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Mucho más cuando al otro es seguro que ya habíamos tenido también que echarlo abajo anteriormente. No veo en qué puede convenirle a un hombre soltero, que ejerce una profesión liberal, el que le gobiernen el Sr. Dato o el señor Maura, el Sr. García Prieto o el Sr. Sánchez de Toca.

El vino circula abundantemente en nuestros pueblos más miserables. Las gallinas, animadas de un fuego sagrado, dijérase que ponen los huevos ya cocidos y todo. Los corderos nacen asados. España come y bebe a sus anchas. ¿Y son los socialistas quienes censuran al Sr. Maura por echar sobre el pueblo español esta bendición de unas elecciones generales?

El plan del señor Maura se desechó; pero se planteó otro nuevo, que llevó el nombre de Abarzuza; y aun cuando la generalidad entre nosotros creyó que se iba a obtener menos de lo prometido, la mayoría se resignaba a obtener aquello, a cambio de no tener delante de el fantasma de ninguna agitación, de ninguna revolución, de ninguna lucha.

Maura disolvió las Cortes, dijo que lo hacía porque siendo un hombre muy parlamentario, no quería aprobar los presupuestos a espaldas de la representación nacional. La representación nacional era entonces datista, romanonista, albista, socialista, etcétera, y el Sr. Maura necesitaba una representación nacional maurista a fin de no gobernar a espaldas del país, sino de acuerdo con él.

Tendríamos también, seguramente, un gobierno Maura y un régimen de censura; pero como toda Europa estaría en condiciones análogas, no constituiríamos una excepción. ¡Qué orden, qué paz, qué tranquilidad las del mundo si, en vez de triunfar los aliados, hubiesen triunfado los alemanes! Entonces, nadie se hubiese vuelto contra los triunfadores.

En estos comentarios, que fueron escritos a fines del año 18 y comienzos del 19, el lector verá algunos nombres propios: Maura, Cierva, Dato, Sánchez de Toca, Romanones... Lo probable es que semejantes nombres no varíen, o bien porque sus titulares vivan indefinidamente, o bien porque, al morir, le dejen la herencia política a sus hijos.

Necesitaba un Parlamento, en fin, para que no se dijese de él que era un gobernante antiparlamentario. Y como necesitaba un Parlamento, el Sr. Maura y quien dice el Sr. Maura dice el Sr. Cierva se dedicó a hacerlo. Primero, el jefe del Gobierno eligió los candidatos. Luego, los candidatos eligieron a los electores. Y, dentro de pocos días, el Sr.

D. Alfonso Danvila, joven tan inteligente como laborioso, que apenas cuenta aún veinticinco años, y que ya nos ha dado en su Don Cristóbal de Maura un extenso trabajo histórico de muy erudita y diligente investigación y de sana crítica, se ha hecho cargo sin duda de lo que acabamos de afirmar sobre nuestra indeleble fisonomía castiza, aun en la clase más extranjerizada, y ha compuesto y publicado la novela titulada Lully Arjona, la cual es, en mi sentir, muy española, aunque nos pinta y describe la vida, usos, costumbres, amoríos y demás pasiones de la clase susodicha.

Maura tendrá un Parlamento propio, así como algunos señores tienen un teatro casero. ¿Quién ha dicho que aquí se gobierna arbitrariamente, sin tener en cuenta los gustos ni las aficiones del país? Aquí no se hace semejante cosa. El país ha derramado su sangre para conseguir el régimen parlamentario, y respetuosos de la voluntad nacional, a cada Gobierno le damos aquí su Parlamento correspondiente.

La verdad, yo, que gobiernen unos o que gobiernen otros, no lo noto nunca... Y aquí me tiene el lector, ignorando si estoy gobernado por Maura, por Sánchez de Toca o por Romanones. En casa no lo notamos. Las patatas cuestan lo mismo. El alquiler no baja. Los guisos salen igual...