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Poderoso gemido exhalaba la llanura al percibir los signos precursores de la tormenta. Dijérase que el mal, evocado por la voz de su adorador, acudía, se manifestaba tremendo, asombrando a la naturaleza toda con sus anchas alas negras, a cuyo batir pudieran achacarse las exhalaciones asfixiantes que encendían la atmósfera.

Es siempre pintoresco, bueno, lleno de sana alegría, como si se hubiera propuesto curar la melancolía ingénita de nuestro pueblo, imbuido de tristeza romántica. Dijérase que la forma le preocupaba bien poco. Llenos están sus libros de desaliño sobre todo los primeros, en que hasta la gramática se resiente en un cierto agradable desgaire. Álvarez no es un estilista.

Profundo estremecimiento, precursor del invierno, atravesaba por la Naturaleza toda, y dijérase que antes de morir, quería vestirse sus más ricas galas: así la viña virgen tenía tan espléndido traje de púrpura, y el álamo blanco elevaba con tal coquetería el penacho de cándidos airones de su copa; así la coralina se adornaba con innumerables sartas y zarcillos de sangriento coral, y las cinias recorrían toda la escala de los colores vivos con sus festoneadas enaguas.

Creció la niña como lozano arbusto nacido en fértil tierra: dijérase que se concentraba en el cuerpo de la hija la vida toda que por su causa hubo de perder la madre. Venció la crisis de la infancia y pubertad sin ninguno de esos padecimientos anónimos que empalidecen las mejillas y apagan el rayo visual de las criaturas.

Al través del ruido ensordecedor del tren, dijérase que se oían en aquella pintoresca solana remotos gorjeos de aves y argentino repiquetear de esquilas.

Verdad que Martí fue un genio, y los genios como los volcanes traen sus entrañas hechas: ellos mismos se tejen el amor y se acrisolan la capacidad. Se nace rey como se nace esclavo, pero quien lo nace no se da cuenta de ello hasta que no manda y es obedecido, o hasta que no lo mandan y obedece. Martí, dijérase que trajo al nacer la infinita comprensión del porvenir.

Hullin, frente a tan lúgubre espectáculo, permaneció clavado a la tierra y no podía apartar de él los ojos. Los grandes dolores humanos tienen el raro poder de fascinarnos; queremos ver cómo los hombres perecen, con qué cara afrontan la muerte; los mejores espíritus no se hallan exentos de esa horrible curiosidad. ¡Dijérase que la eternidad va a revelarnos su secreto!

Precisamente se había prohibido la entrada á los primogénitos. Era fácil tarea contar á los admitidos; y si se hubiese tenido que juzgar por el número, dijérase que lo excluido, lo olvidado, dejaba á la calle á la Naturaleza misma. El genio de las metamorfosis, acababa de ser emancipado por la botánica y por la química.

Los amigos estaban todavía allí, y la discusión continuaba. Las ideas eran las mismas, y la media tostada que Fulánez mojaba en el café, dijérase también la misma media tostada que siete años atrás y en mi propia presencia le había servido el camarero. Uno de los amigos pretende leerme un drama. El amigo está igual, y del drama no ha sido cambiada ni una sola coma.

Hubo un largo silencio; luego, de improviso, la anciana, poniéndose en pie completamente, con los brazos en alto, los cabellos erizados y la boca muy abierta, aulló de un modo terrible: ¡Valor! ¡, matad, matad!; ¡ah!, ¡ah! Y cayó pesadamente al suelo. Aquel espantoso grito despertó a toda la gente; los mismos muertos se hubieran despertado si lo oyeran. Los sitiados dijérase que renacían.