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Tiene la cabeza algo levantada y la boca abierta como en disposicion de arrojar por ella un caño de agua. La cierva, de la misma materia y tamaño, fué llevada al monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe. No sabemos si se conserva. Ambrosio de Morales en sus Antigüedades se esforzó vanamente en persuadir que Córdoba la vieja era la Colonia patricia fundada por Marcelo.

Al estudiar tambien la actitud de la jóven que está de pié á su lado; al estudiar aquel aire confuso y vacilante, como si se hallase cercada por la mirada ávida del viejo, semejante á la cierva que oye gritos por todas partes y no sabe de qué modo huir, ni á qué punto correr: al estudiar el efecto admirable con que inclina la mano derecha que tiene la taza, mientras que la taza se ladea y va á verterse el chocolate; al comprender aquel doble efecto de la mano, doble digo, porque su inclinacion procede tanto del peso natural del plato y de la jícara, como de aquella especie de aturdimiento que la atribulaba: al contemplar estas figuras un hombre dotado de la emocion del arte, no puede menos de llegar á la evidencia perfectísima de que ni la escultura ni la pintura harian más.

Es indudable que, si yo me manifesté durante estos últimos años como un escritor pesimista, ello ha consistido, principalmente, en la frecuencia con que pasaba por la calle de Cedaceros. Pero, al fin, la famosa valla ha caído en tierra, y ahora todo me parece posible. Unas gentes que han acabado con la valla de Vitórica me digo pueden acabar con la misma política del Sr. Cierva.

De los despojos aparentes apenas queda alguno útil que los buenos frailes no se lleven á su monasterio: cargan con cuantos capiteles y fustes de mármol yacen sobre aquella vasta sepultura de grandezas; llévanse cuanta piedra les parece acomodada á la construccion de su templo, de su claustro, de su capítulo, trazados segun el florido sistema ojival terciario; llévanse por fin hasta un cervatillo y una cierva de bronce hueco hallados entre los escombros, que quizás en otro tiempo habian deleitado en alguna fuente del palacio de Azzahra los ojos de su mimosa dueña, y acomodan uno de ellos á un pilon del claustro del santo cenobio.

Necesitaba un Parlamento, en fin, para que no se dijese de él que era un gobernante antiparlamentario. Y como necesitaba un Parlamento, el Sr. Maura y quien dice el Sr. Maura dice el Sr. Cierva se dedicó a hacerlo. Primero, el jefe del Gobierno eligió los candidatos. Luego, los candidatos eligieron a los electores. Y, dentro de pocos días, el Sr.

Caminabamos escasos de comida, por habersenos mojado la pólvora, que la caza era nuestro alimento; y sin saber como, de lo alto de una barranca cayó, al pasar, al rio una cierva, y atracando la canoa, la tomamos viva, sin mas lesion que estar desquijarada, quizá de la caida. Acordéme con este prodigio, de la promesa de mi Seráfico Patriarca, y le rendí las gracias con el Te-Deum al Supremo Proveedor de todas las cosas. Paramos este dia

En estos comentarios, que fueron escritos a fines del año 18 y comienzos del 19, el lector verá algunos nombres propios: Maura, Cierva, Dato, Sánchez de Toca, Romanones... Lo probable es que semejantes nombres no varíen, o bien porque sus titulares vivan indefinidamente, o bien porque, al morir, le dejen la herencia política a sus hijos.

En la noche de aquel día, Octavio, un tanto preocupado con la aventura de la flor, que le dejara en la boca cierto sabor novelesco muy de su gusto, fué de tertulia á la tienda de D. Marcelino, donde casi nunca ponía los pies. Apenas le vió la niña, se dió á correr por las escaleras arriba como una cierva huída, y no pareció en toda la noche. Otro tanto sucedió en las tres ó cuatro siguientes.

Eso de imaginarse que el Gobierno no puede arrasar Barcelona por razones de orden moral, político o jurídico, demuestra, en mi sentir, una profunda ignorancia en materia de arrasamientos. Las dificultades de este triple carácter tienen muy poca importancia en el país de La Cierva y Sánchez Guerra.

Allá quedan mis pajes corriendo tras él, como lebreles en seguimiento de una cierva. ¡Rayos del cielo, qué galera ni qué tarasca!... Pero ¿me habéis llamado, amigo Morel? Para oir vuestra opinión, desgraciado y hambriento caballero. Aquí tenéis á maese Golvín temeroso de que si vira de bordo el Galeón empezará á hacer agua. Pues que no vire, la cosa es clara.