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Actualizado: 14 de mayo de 2025
¿Verdad, Mario, que tú no has pedido dinero? ¿que es esta manirrota la que se vale de tu nombre para sacarme los cuartos? El pobre no se atrevía a contradecirla y se resignaba a andar con el bolsillo vacío. Hubo necesidad de dejar la guardilla que le servía de taller.
Sabía de antemano lo que le preguntarían sus ilustres parientas, viejas pretenciosas de pelo teñido y dentadura semejante a un juego de dominó. «Pero grandísimo perdido, ¿cuándo te casas?...» Y si él se resignaba a asistir a estas reuniones, era justamente para no casarse, para aprovechar el tedio de alguna señora que se trasladaba humillada de un salón a otro sin encontrar compañía, iniciando con ella pláticas sentimentales que terminaban a veces en algo más positivo.
¡Ah! ¡no! es cierto que esta noche, por las estocadas, anduve huído y no dormí; pero... he descansado ya... os fuísteis irritada, y yo no me resignaba á no volveros á ver si no me volvíais á vuestra gracia.
Amaba a Rafael; la desesperación del muchacho aumentaba su apasionamiento; pero jamás volvería a hablarle. Se resignaba a que la tuviesen por cruel antes que engañar al hombre amado. ¿Qué decía Fermín a esto? ¿No debía ella repeler a su novio, aunque esto la destrozase el alma?... Fermín permanecía silencioso, la barba en el pecho y los ojos cerrados, con la inmovilidad de la muerte.
El Nacional renunció a las más altas glorias de la tauromaquia. Banderillero nada más. Se resignaba a ser un jornalero de su arte, sirviendo a otros más jóvenes, para ganar un pobre sueldo de peón con que mantener a la familia y hacer ahorrillos que le permitiesen establecer una pequeña industria. Su bondad y sus honradas costumbres eran proverbiales entre la gente de coleta.
Mil diversas emociones de temor, de arrepentimiento, de cariño, de duda, de alegría y ansiedad cruzaron en un segundo por el corazón del joven marqués, que dobló la rodilla exclamando con acento conmovido: ¡Marta, por Dios, me perdones la necedad que acabo de decir!... ¡Soy un estúpido!... ¡Acababa de soñar unas cosas tan tristes, y de repente terminaron todas tan bien!... No me resignaba a dejar escapar así la felicidad... Una idea absurda me vino a la cabeza, inspirada por el mismo deseo de verla realizada... Pero no..., no..., yo no puedo ser ya feliz en la tierra... Nací para ser desgraciado... Afortunadamente moriré pronto, como mi padre... y como mi madre... Perdóname esta locura de un momento y no llores... ¿Quieres saber lo que soñaba?... Te lo voy a decir, porque será quizá la última vez que me veas... Soñaba..., soñaba, Marta, que me querías.
Y a pesar de su odio contra la civilización europea y a pesar de su vida y hábitos de gaucho, se allanaba y se resignaba, con naturalidad y sin esfuerzo, a aparecer, en la vida y trato de las ciudades, como un caballero atildado, pulcro y bien vestido, ya de frac, ya de levita, a la última moda, con botas de charol, y por las noches con corbata blanca y guantes amarillos o lilas.
Por mi parte, cuando yo creía que los alquileres estaban muy caros, me resignaba a vivir en un piso deficiente; pero desde que sé que los alquileres no han sufrido aumento alguno de precio, mi resignación es imposible. ¿Cómo voy a resignarme a pagar muy cara una casa que, teóricamente, es muy barata? ¿Cómo voy a resignarme a que mis pesetas hayan perdido su capacidad adquisitiva?
Era éste un bolivianito, diablo y travieso, que nunca se resignaba a hacer tranquilamente su papel de astro nocturno. En seguida ocupaban su sitio los planetas mayores y después los menores. Júpiter con sus lunas, Urano en la última línea del círculo, Saturno circundado por su anillo luminoso.
Eso no podía ser; él no se resignaba á perderla de vista para siempre. ¡Los hombres! continuó ella, cada vez más irritada . Todos se imaginan que las cosas deben ser con arreglo á sus caprichos. «Porque te deseo, debes ser mía...» ¿Y si yo no quiero?... ¿Y si yo no sufro la necesidad de ser amada?... ¿No puedo vivir en libertad, sin otro amor que el que yo siento por mí misma?...
Palabra del Dia
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