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¡No, amigo, te engañas! insistía a su vez Kotelnikov . Porque, mira, hay algo en las negras... Iban tambaleándose un poco, ligeramente borrachos, hablando en alta voz, tropezando con la gente y muy satisfechos de mismos. Una semana después, todo el departamento sabía ya que al empleado público Kotelnikov le gustaban mucho las negras.

El Nacional insistía en sus creencias. El toreo era arte de otros tiempos, oficio de bárbaros, pero también tenía sus hombres dignos de iguales consideraciones que los demás. ¿Y de dónde sacas eso de reaccionario? dijo el doctor . eres una buena persona, Nacional, con los mejores deseos del mundo, pero también eres un ignorante. Eso exclamó don José , eso es la verdad.

La mejor jugada es no jugar contestaba. No insistía porque, al fin y al cabo, Jacinto iba a la Bolsa de su cuenta y riesgo, y tenían además las espaldas bien guardadas, pues detrás de la razón social estaba la robusta fortuna de don Bernardino. Antes de la una, salía Jacintito para la Bolsa, después de charlar en el escritorio con los amigos y discutir con míster Robert.

Estrakenz insistía en la necesidad de mi inmediato matrimonio, al cual me impulsaban también mis deseos, hasta el punto de hacerme vacilar en la senda del deber. No me creía capaz de faltar a éste, pero podía ocurrírseme huir, abandonar el país, lo cual hubiera significado la ruina de los Elsberg. Jamás había ocurrido caso semejante en la historia de ningún pueblo.

Seguramente sería algún objeto inconfesable... En vano yo le hacía observar al chauffeur que al atravesar la calle del Conde del Asalto ni yo ni ninguno de mis amigos llevábamos exceso de velocidad. El chauffeur insistía, y los espectadores comenzaban a sospechar que yo era un hombre cruel dedicado a atropellar por gusto automóviles indefensos.

Lázaro les vió á todos inmóviles, como figuras de palo: todos le miraban, excepto Clara, la cual insistía en acercar tanto los ojos á su labor, que era difícil comprender cómo no se sacaba los ojos con la aguja. Elías miró á Lázaro con asombro.

Don Frutos expuso sus creencias con una palabra aquí, otra allí, haciendo islas y continentes de vino tinto sobre el mantel y suplicando con los ojos que le terminasen las cláusulas. Insistía don Frutos en que él sentía que su alma era inmortal: había otro mundo, además de las Américas, otro mundo mejor al cual iban las almas de los que no habían robado en las carreteras.

No añadas más decía . Desde aquí veo con los ojitos cerrados el rumbo que hay que seguir y la sepultura de la difunta, como si no hubiese visto otra cosa en mi vida.... Pero hablemos de cosas más interesantes, «cuyano».... ¿Cuánto piensas enviar á esa pobre señora? El gaucho, teniendo en cuenta lo que iba á costarle el mensajero, insistía en repetir un envío de treinta pesos.

Esta se excusaba; había bailado ya mucho en Puerta de Tierra. El majo insistía. Frasquito, que no deseaba verse privado de la compañía de su novia, concluyó por decir: Pero, hombre, ¿qué mosca te ha picado? No cómo apeteces tanto el bailoteo, cuando tienes en casa una real hembra que baila en la mano. ¡Echa realezas, hijo! exclamó Pepa con mal humor. ¡No eres alguien para dar títulos!

El primer ministro, que lo era a la sazón el príncipe de Polignac, habíase propuesto hacer que yo fuese a París a ocupar la dirección de los Negocios extranjeros; continuamente recibía yo cartas amistosas en las que insistía en sus deseos; al fin, sucumbí, pero no para aceptar el cargo que se me ofrecía, sino para explicar franca y terminantemente los motivos que tenía para renunciar el empleo con tanta obstinación ofrecido.