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El gasto de la conversación hiciéronlo Tristán, Gustavo Núñez, la condesa de Peñarrubia y Narciso Luna. Los tres últimos se conocían y se trataban íntimamente, y Gustavo y Narciso se tuteaban como socios asiduos de la Peña. Aquél era ingenioso y culto como ya sabemos; éste un hombre vulgar que suplía a menudo el ingenio con la desvergüenza.

No le hablaba ni le daba un céntimo para sus gastos, limitándose a consentir que durmiese bajo su techo y comiese la ración. Al cabo de algunos meses los zapatos se habían despellejado y la ropa daba lástima verla. Pero todo lo suplía muy bien el letrado con el empaque y gravedad de la fisonomía y lo airoso de su porte.

El número de las respuestas suplia á su solidez. El gravísimo autor A contesta de esta manera, el insigne B de tal otra, el sabio C de tal otra, cualquiera de las tres es suficiente, escójase la que mejor parezca, con entera seguridad de que el Aquiles de los adversarios habrá recibido la herida en el tendon.

La naturaleza le había dotado, no obstante, de un claro y simpático ingenio, de fácil palabra y de cierta dignidad de modales que suplía bastante bien a esa elegancia y distinción que el roce continuado con la espuma de la sociedad engendra. Entró en la sala tranquilo ya y aun con una vaga predisposición a la hostilidad que el estrambótico paso de aquella señora le infundía.

Algo sucio iba todo, pero ya tranquila la conciencia, salía a caza de noticias, de chismes, de terrones de azúcar y de recomendaciones la señora del Banco que estaba en todas partes y siempre en activo servicio. Su nueva campaña, la más importante acaso de su vida, la llamaba ella para meterle por los ojos a ese: el dativo que se suplía era Anita.

Vimos que a todo escape se nos acercó un General, seguido de gran número de oficiales. Era el marqués de Coupigny, alto, fuerte, rubio, colorado de suyo, y en aquella ocasión encendido, como si toda su cara despidiera fuego. Era Coupigny hombre de pocas palabras; pero suplía su escasez oratoria con la llama de su mirar, que era por una proclama.

Servía en la venta, asimesmo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera.

No pudiendo elegir los medios, poseía el don de la aplicación más bien que la flexibilidad que permite aplicarlos todos. A fuerza de voluntad, de clarividencia, de ardor suplía casi las facultades naturales de que se reconocía privado. Su voluntad, apoyada sobre extraordinario buen sentido y una rectitud perfecta, hacía milagros.

Como nunca quiso ser menos que el médico, pidió la palabra el profesor de veterinaria Navarro. El orador tropezaba, balbuceaba, sudaba para emitir su pensamiento. Pero esta deficiencia de expresión, la suplía cumplidamente la novedad y el interés que el tema ofrecía. A la sazón estaban falleciendo de anginas, en Sarrió, bastantes de aquellos simpáticos animales.

Suplía esta deficiencia pasajera apretando o aflojando los abrazos a su hija; y así se entendieron los dos tan guapamente. Por remate de la escena, que fue larga, logró decir con regular firmeza don Alejandro mientras enjugaba las lágrimas de Nieves con el pañuelo. ¡Ea, se acabó esto, canástoles!