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El Magistral y doña Paula se consultaron con los ojos. Se entendieron. ¿Te hará daño? No. Que voy ahora mismo. Salid. Que el señorito está muy enfermo, pero que lo primero es lo primero y que va allá ahora mismo. Quedaron solos hijo y madre. ¿Será una broma de ese tunante? No señora; es un pobre diablo. Tenía que acabar así. Pero yo no sabía que estaba enfermo.

A las palabras que dijeron, impregnadas de esa cortesía dulzona que informa el estilo y el metal de voz de las religiosas del día, iba la neófita a contestar alguna cosa apropiada al caso; pero se cortó y de sus labios no pudo salir más que un ju ju, que las otras no entendieron. La sesión fue breve.

Solicitaron los abogados, unidos con los vecinos, se les diese licencia para acometer al enemigo, pero luego que entendieron que se disgustaba el Comandante por esta proposicion, se apartaron de su intento.

Como ya estaban todos sugestionados por el fámulo, aunque la inscripción estaba en sánscrito, la leyeron y entendieron, como si estuviese en portugués o en castellano. La inscripción decía: Cenobio de la jubilación varonil. El fámulo aclaró el concepto de esta suerte: Los señores que aquí viven, son los señores más sabios que hay en el mundo.

2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. 3 Les dice Simón: A pescar voy. Le dicen: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y subieron en un navío; y aquella noche no tomaron nada. 4 Y venida la mañana, Jesús se puso a la ribera; mas los discípulos no entendieron que era Jesús.

A lo que Sancho respondió: -Después que tengo humos de gobernador se me han quitado los váguidos de escudero, y no se me da por cuantas dueñas hay un cabrahígo. Adelante pasaran con el coloquio dueñesco, si no oyeran que el pífaro y los tambores volvían a sonar, por donde entendieron que la dueña Dolorida entraba.

10 ¿Ni de los siete panes de los cuatro mil, y cuántas canastas tomasteis? 12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos. 13 Y viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?

El granuja del mercadal de Valencia y la bella inglesa se entendieron a espaldas del tonelero, dueño temporal de las gracias de ésta. Salabert era más joven, más gallardo: el vicio de la borrachera no le tenía dominado como a aquél. Rosa le siguió a su zaquizamí abandonando al primer amante.

El general reunió en la taberna hasta treinta hombres mejor o peor armados, y echándoles una arenga, donde puso a los «césares y dictadores» por los pies de los caballos, se dispuso a salir con su «valerosa legión» a clavar «el puñal de Bruto en el corazón del tirano». Los chulos no entendieron bien, pero bebieron una copa y se echaron de nuevo a la calle.

No se siguió el alcance, porque entendieron siempre que á los Griegos les quedaban fuerzas enteras para volver segunda vez á pelear, y temieron alguna emboscada, según Pachimerio dice, y añade, que fué particular providencia de Dios el miedo que tuvieron los Catalanes de la emboscada, para detenerles que no ejecutasen la victoria, donde perecieran muchos más; y Miguel llegara á sus manos.