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Frecuentemente tenían que apartarse del camino por no tropezar con una guerrilla que apostada en las alturas hacía fuego sobre todo viajante sospechoso, y las columnas isabelinas inspiraban tanto recelo al capellán, que no pasara cerca de ellas por nada de este mundo, temiendo infundir sospechas con su empaque de cura jinete.

Carmen no la conoció...; ¿quién sería?... Le pareció que le estaban diciendo al oído, con oficiosidad maliciosa: ...; es Rosa, la del molino; una de mucho empaque..., pinturosa de la rama.... La niña de Luzmela volvió la cabeza hacia otro lado, muy despreciativa, con un desdeñoso gesto de mujer de calidad.... Se había encalmado ya su corazón en un compás armonioso y grato.

Les faltaba, por lo tanto, esa posesión de mismos, esa autoridad de la palabra y ese empaque que distinguen al hombre que considera a las personas que les son inferiores como tan apartadas de , que no tienen que hacer con ellas menos que con el Gran Turco.

No eran ciertamente modelo de elegancia ni de comodidad, como Isidora tuvo ocasión de advertir al tomar posesión de una mesa coja y trémula, de una silla ruinosa, y al ver los burdos manteles y el burdísimo empaque de la mujer sucia y ahumada que salió a servirles.

¡Nombre de Dios!... ¡Qué empaque! dijo detrás del abogado un oficial joven, admirando la serenidad de Freya. Al llegar junto al poste, alguien leyó un breve documento: el extracto de la sentencia, tres líneas, para hacerla saber que la justicia iba á cumplirse. Lo único que la molestó de esta rápida notificación fué el temor de que cesasen las trompetas y los tambores.

Isidro se fijó en los diversos aspectos de los comisionados: unos, bien vestidos, revelando en el empaque de sus personas la satisfacción de una fortuna recién conquistada; otros, más humildes, con el aspecto de obreros endomingados; pero todos rebosando un orgullo patriótico por esta visita, que les recordaba la tierra lejana y parecía aumentar su propia importancia en el país de adopción.

Algunas vecinas conocieron a doña Guillermina y la saludaban con respeto. En otros círculos causaba admiración el empaque elegante de Jacinta. Poco más allá cruzáronse de una puerta a otra observaciones picantes e irrespetuosas. «Señá Mariana, ¿ha visto que nos hemos traído el sofá en la rabadilla? ¡Ja, ja, ja!». Guillermina se paró, mirando a su amiga: «Esas chafalditas no van conmigo.

Se escapó, señor, se escapó no hace media hora.... En un momento que me descuidé.... Salí a comprar varias cosas.... Le dejé paseando en el comedor con el capote puesto y la espada ceñida. Como otras veces andaba en el mismo empaque, no sospeché.... Todavía no habrá salido de la ciudad.

Don Alonso, bajo su varonil empaque, disimulaba un corazón capaz de profundos enternecimientos que le humedecían de súbito los ojos, como a una mujer. Había mirado siempre a Ramiro con indiferencia; pero, al verle ahora sumido en aquella melancolía, sintió una extraña compasión que él mismo no hubiera podido explicar. Desde entonces comenzó a agasajarle.

Y un día Emilia y Juan José Castaño vieron entrar en su casa a la gran Isidora elegantemente vestida de negro, con un lujo, con un señorío, con un empaque tal, que ambos esposos se quedaron perplejos, como quien ve visiones, y no acertaron a contestar a sus primeras preguntas.