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Actualizado: 29 de junio de 2025


En efecto; además de que en su cuarto, a solas, se pasaba las horas muertas mirándose, no entraba en pieza alguna donde hubiese un espejillo sin que, ya con disimulo, ya sin él, se echase una visual para examinar su empaque, y atusarse después el bigote, o poner mano en los contados cabellos que venían flébiles y pegajosos, desde la nuca, a tapar el gran claro de la coronilla.

Algunos eclesiásticos le abordaban dulcemente y le proponían, cual si fuera por mero esparcimiento, teológicos problemas que rozaban el dogma. Estaba perdido. Aquel hijodalgo que creía no conocer el miedo conoció el terror, un terror sobrenatural, un terror por encima del coraje del hombre. Era el maleficio, el aojo del Rey. Su varonil empaque tomó entonces un aspecto doblegado y taciturno.

Tomándola el cristal, echola encima un manto y trájola con presteza la estufilla de martas, donde Beatriz introdujo una y otra manita, remedando el empaque de las señoras.

Las más no se acordaban de ; pero algunas me recibieron con injurias, recordando las proezas de mi niñez y haciendo comentarios tan chistosos sobre mi nuevo empaque y la gravedad de mi persona, que tuve que alejarme a toda prisa, no sin que lastimaran mi decoro algunas cáscaras de frutas lanzadas por experta mano contra mi traje nuevo.

Llevaba a todas partes el empaque de la oficina, y creeríase que levita, pantalón y sombrero eran parte integrante de la oficina misma, de la Dirección, de la Administración, como en otro orden lo eran los volantes con membrete, el retrato de la Reina, los sillones forrados de terciopelo y los legajos atados con cintas rojas.

Bajó los ojos y añadió con una expresión de tierna simpatía: Por algo he encontrado tantas veces en sus versos la palabra Amor con una mayúscula más grande que mi cabeza. Después pareció sentir la necesidad de cambiar el curso de la conversación, recobrando su altivo empaque de personaje universitario. Aunque ninguno de los presentes pudiera entenderla, temía haber dicho demasiado.

En realidad, era un fruto prematuramente caído del árbol, una doncella núbil antes de tiempo; a los trece, cuando tocaba habaneras, tenía ya las coqueterías, los celos, los caprichos de la mujer, y ahora aquella flor rápida y precoz se había deshojado, y en vez de la lozanía seductora de la juventud, notábase en Josefina la tiesura y empaque de una señora formal y los remilgos de una lugareña.

Animaba aquel grupo una jovialidad retozona, contenida por el empaque burocrático: hervía también allí la curiosidad, menos ingenua y descarada, pero más aguda y epigramática que en el hormiguero de las amigas.

En efecto; vimos desfilar gravemente, cubierta de negro manto, a la señora de la casa, seguida de los dos tiernos pimpollitos de sus hijas, las cuales arrojáronse llorando en los brazos de su hermano. Doña María abrazó a su hijo sin perder ni por un instante su solemne y estirado empaque, y luego saludónos a todos con mucho afecto, nombrándonos uno por uno.

Algo había de una y de otra cosa. Si era abnegación, esta llegaba al extremo de presentarse delante del Sr. de Pez con el empaque casero más prosaico que se podría imaginar. La única presunción que conservaba era la de llevar siempre su mejor corsé para que no se le desbaratase el cuerpo.

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