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Al entrar en casa enseñé la carta a mi madre, que se quedó también asombrada. Como sentía gran curiosidad, quise marcharme en seguida; pero mi madre me obligó a sentarme a cenar. Cené rápidamente, y, envuelto en el capote, tomé el camino hacia la herrería de Aspillaga. Allí se encontraba Allen, el viejo hortelano de Bisusalde.

Se quitó el gorro y se despojó del capote en cuanto se encaró conmigo, y dejó al descubierto un matorral de pelos blancos, recios y apretados, y un vestido de anticuada forma con relación a los figurines vigentes, de buen paño, , pero muy descolorido ya.

Escalante insinúa que en su tiempo, principalmente entre los pilotos empezaba á compartir el color azul la predilección; por ser sufrido para la mar, y es constante que aun los forzados de galeras tenían un capote grande con mangas y capucha en la estación rigorosa. En la vida de la galera se lee: Luego me mandaron dar Un almilla colorada Aforrada con gear

Entró, pues, el Cura como la vez primera en aquella noche, sacudiéndose la ropa para «desnevarse»; arrojó el capote sobre lo primero que se le puso por delante, y llevando en la mano un saquillo de color, cerrado con una jareta, se coló, sin detenerse, en el cuarto de mi tío, que sólo parecía vivir para esperarle.

Detrás de los tres individuos que, montados en fuertes caballejos, parecían jefes de la partida, venía maniatado a la espalda un hombre, como de treinta años, de barba negra, muy moreno, con un pañuelo liado a la cabeza y mal arropado con un capote pardo de los que usa el personal subalterno de ferrocarriles. Era un telegrafista de la estación cercana. Es uno del tren. ¡No chistes!

Hallábame ocupado en poner a D. Alonso una venda en el brazo, cuando sentí que apoyaban una mano en mi hombro; me volví y encaré con un joven alto, embozado en luengo capote azul, y al pronto, como suele suceder, no le reconocí; mas contemplándole con atención por espacio de algunos segundos, lancé una exclamación de asombro: era el joven D. Rafael Malespina, novio de mi amita.

Y entre la lenta marcha de monturas y automóviles pasaban grupos de soldados á pie, con el capote desabrochado ó pendiente de las espaldas lo mismo que una capa; heridos que podían caminar y bromeaban y cantaban, unos con un brazo fajado sobre el pecho, otros con la cabeza vendada, transparentándose á través de la tela el rezumamiento interior de la sangre.

¡Ay, aquel muchacho! ¡Hijo de unos padres tan honrados!... Casi todos los días, en vez de entrar en la tienda del maestro, se iba al Matadero con ciertos pillos que tenían su punto de reunión en un banco de la Alameda de Hércules, y para regocijo de pastores y matarifes, osaban echar un capote a los bueyes, siendo volteados y pateados las más de las veces.

Pero lo hizo tal mal, esto es, comenzó a contradecirse de un modo tan lamentable, que las señoras se lo hicieron notar en seguida. Se aturdió y se hizo un lío, del cual no hubiera podido salir sin un capote que muy a tiempo le echó su amigo y maestro.

Al adivinar que alguien se mantenía cerca de él, no atendiendo sus órdenes, volvió la cabeza. El Fuentes estaba a pocos pasos. Le había seguido con el capote al brazo, fingiendo distracción, pero pronto a acudir en su auxilio, como si presintiese una desgracia. Déjeme usté, Antonio dijo Gallardo con una expresión colérica y respetuosa a la vez, como si hablase a un hermano mayor.