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Hubiera querido quedarse allí mucho rato, pues le parecía estar en la casa de Lita, que era un poco como su casa... Mas su madre lo apremió a que se despidiera; debían volverse porque era tarde... Entonces Ramón quiso llevarse, como recuerdo, un flor de la tumba de Lita... Ella era tan generosa que me las daría todas si yo se las pidiera dijo con los ojos llenos de lágrimas.

Deja, queridita me decía acariciándome las mejillas, eres la princesa de la familia; continúa. Eso me ofendía. Habría soportado todo salvo que me despidiera cuando iba a ofrecerme con el corazón desbordante de ternura. Una noche la vi llorar. Me deslicé afuera, al jardín, y sostuve un rudo combate.

Pablo pasó el día entero poniendo en orden sus papeles, como si se despidiera del mundo; fray Anselmo, postrado en oración; don Fernando y doña Brianda, platicando sobre el poderío del primer Carlos y el segundo Felipe, que imponían al mundo su ley... El vizconde de la Ferronière se atusaba el bigote y ensayaba pasos y sobrepasos, danzas y contradanzas... Doña Inés se sonreía ante el espejo...

Vimos que a todo escape se nos acercó un General, seguido de gran número de oficiales. Era el marqués de Coupigny, alto, fuerte, rubio, colorado de suyo, y en aquella ocasión encendido, como si toda su cara despidiera fuego. Era Coupigny hombre de pocas palabras; pero suplía su escasez oratoria con la llama de su mirar, que era por una proclama.

Luego que el Duque supo que los Catalanes se querian defender, hizo grandes juntas de gente, así de naturales, como de extrañas, para echarles por fuerza de su estado, pudiéndolo hacer con menos gasto, menos peligro, y menos nota de su ingratitud, si les despidiera dándoles las pagas que tan bien habian merecido.

La joven contestó con dureza arrugando el ceño: Dudar es el oficio de usted. Yo he dicho la verdad; tanto peor si se vuelve en mi contra. ¿Tiene usted algo más que preguntarme? En vez de esperar que el juez la despidiera, ella era quien lo despedía. La curiosidad despertada en el público por la tragedia de Ouchy había ido creciendo de día en día.

Gracias por todo, ¡por todo, , señor! respondió el boticario trémulo de voz y conmovido, como si se despidiera de don Alejandro hasta la eternidad. Retrocedió Bermúdez hacia Peleches; y andando cuesta arriba y meditando, dejó escapar de su pensamiento, y como si fueran el resumen de sus meditaciones, estas palabras: ¿Qué apostamos ¡canástoles! a que ese pobre boticario vale mucho más que yo?

Veremos... dijo distraída Jacinta levantándose, porque había oído el repique del timbre con que su marido llamaba. Faltaba algo antes de que Adoración se despidiera. Su protectora le daba siempre una golosina, y aquel día hubo de olvidarse. Quedose parada la niña en medio del gabinete aun después de los últimos besos de la despedida.