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Desde el campamento de Coupigny se había visto una gran polvareda en la orilla derecha, y parecía que la división de Vedel marchaba desde Bailén a Andújar, para reforzar a Dupont, que ya había trabado la lucha con Castaños. La gente venida de Arjonilla aseguraba haber oído fuerte cañoneo hacia la parte de los Visos. A estas horas decía Marijuán , o ellos o los de Castaños han de estar derrotados.

Verificada ésta, no podéis figuraros qué precipitados movimientos hubo en la tropa española. Las de retaguardia que aún llenaban la carretera, corrían velozmente a sostener la izquierda; los cañones ocupaban su puesto; todo era atropellarse y correr, de tal modo, que por un instante pareció que el primer ataque de los franceses había producido confusión y pánico en las filas de Coupigny.

Mientras éste iba sobre Andújar, Ligier-Belair, al vernos retirar y pasar el río, creyó que las tropas de Reding, unidas con las de Coupigny, intentaban extenderse cautelosamente por la orilla izquierda, río arriba, tomando el camino de Linares a Guarromán, para ocupar luego La Carolina y cortar el paso de la sierra.

Antes de decidirse a pasar el río, nuestro General mandó una pequeña fuerza en reconocimiento de la situación de las tropas de Coupigny. Algunos jinetes de Farnesio tomaron parte en esta expedición, y Marijuán, que fué en ella, nos contó a su regreso, en la tarde del 15, que habían encontrado la división del Marqués hacia Villanueva de la Reina, donde le entregaron los pliegos de Reding.

Vimos que a todo escape se nos acercó un General, seguido de gran número de oficiales. Era el marqués de Coupigny, alto, fuerte, rubio, colorado de suyo, y en aquella ocasión encendido, como si toda su cara despidiera fuego. Era Coupigny hombre de pocas palabras; pero suplía su escasez oratoria con la llama de su mirar, que era por una proclama.

Poca cosa. Caí del caballo, y a pie defendíme rabiosamente contra tres o cuatro franceses. Reventé a uno, descalabré a otro, y me volví a nuestro campo con un águila que entregué al marqués de Coupigny. Al recoger de mis manos la bandera, el General, después de preguntarme si era licenciado de presidio, me dijo: «Es usted sargento.» ¿Ves?

Ocupaba el centro, a un lado y otro del camino, poderosa batería de cañones, apoyada por considerables fuerzas de infantería; a la izquierda estaba Coupigny con los regimientos de Bujalance, Ciudad Real, Trujillo, Cuenca, Zapadores y la caballería de España; a la derecha estábamos, además de la caballería de Farnesio, los tercios de Tejas, los suizos, los valones, el regimiento de Órdenes, el de Jaén, Irlanda y voluntarios de Utrera.

Algo de esto lograron al principio; pero nosotros teníamos excelente artillería, y disparando también con bala rasa las seis piezas colocadas en la carretera y a sus flancos, el centro francés se resintió al instante, y para reforzarle tuvo que replegar su ala derecha, produciendo esto un pequeño avance en la división de Coupigny.

La primera división la mandaba Reding; la segunda, Coupigny, y la tercera, Jones; la reserva estaba a las órdenes de D. Juan de la Peña, y mandaban destacamentos sueltos, de mil hombres poco más o menos, en calidad de tropas volantes para mortificar al enemigo, D. Juan de la Cruz, el marqués de Valdecañas y D. Pedro Echevarri, que después fué uno de los más famosos polizontes de la reacción.

Después de detenernos a orillas del Guadalimas, parte del ejército se entretuvo en marchas incomprensibles, y empleando en esto más de un día, nos encontramos de nuevo sobre Menjíbar al anochecer del 18, punto al cual había llegado horas antes la división del marqués de Coupigny. Reunidos ambos ejércitos, no hubo allí más parada que la precisa para recoger las provisiones de que estábamos tan escasos, y ya muy de noche emprendimos el camino de Bailén.