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Por consiguiente, al pedir usted mi mano, no espera, no puede esperar, que le con ella ese cariño, ni las llaves de mi corazón, ni el derecho de preguntarme siquiera por lo que yo tenga encerrado en él.

Comenzó a reír el viejo, echando atrás la silla para que su vientre estremecido por la ruidosa carcajada, no chocase con el borde de la mesa. ¿También la has visto? dijo entre los estertores de su risa. Pues señor, ¡que ciudad esta! Llegó anteayer, y todos la han visto ya, y no hablan de otra cosa. eres el único que faltaba a preguntarme... ¡Jo! ¡jo! ¡jo! ¡Pero qué ciudad esta!

No lo yo eso; que no traigo orden más que de sacaros de aquí, y hágame vuesa merced la gracia de no preguntarme más, porque tendré el dolor de no poderle responder. ¿Adolecedor sois? Pues con alguacil no trato; hombre de bien tengo al canto; hidalgo barrunto; huélgome de ello, que siempre es bueno, aun en lo más malo, al dar con gente bien criada.

Hubo un momento en que, comparándola mentalmente con la garbosa hembra que tenía delante, resultó de esta comparación que la primera no pasaba de muchacha vivarachuela y graciosilla, en tanto que la segunda era mujer formada y en plena madurez de belleza. Vamos, dígamelo usted claro. ¿Ha venido usted a preguntarme por aquélla, o a verme a ?

Al llegar á la casa de Pascual, serían las diez de la mañana, lo primero que vieron fué á Pascuala fregando vasos. Preguntáronle si había venido Clara á su casa, y ella contestó: Anoche, si, señor; después de media noche vino. Pero ya reconozco al caballerito sobrino de mi amo, que estuvo allá á preguntarme por su tío. ¡Gracias á Dios! exclamó éste. ¡Qué suerte hemos tenido!

Y como en esto alumbraba el sol ya muy a menudo, volvió la mujer gris a hacer de las suyas y a preguntarme a cada paso con sus ojos angustiados, por no atreverse a hacerlo de palabra, en qué pararía la noche menos pensada lo que había quedado pendiente en la de la muerte de su amo.

Pero el asunto y los lugares están hoy tan sabidos en esta ciudad, que no necesita el Gobernador de preguntarme, porque cualquiera es capaz de verificar lo que V. E. dispone. Nuestro Señor, &c. Al Gobernador. Asumpcion, 17 de Marzo de 1795.

La joven contestó con dureza arrugando el ceño: Dudar es el oficio de usted. Yo he dicho la verdad; tanto peor si se vuelve en mi contra. ¿Tiene usted algo más que preguntarme? En vez de esperar que el juez la despidiera, ella era quien lo despedía. La curiosidad despertada en el público por la tragedia de Ouchy había ido creciendo de día en día.

Al fin, yo me hallaba inocente y culpado y no sabía cómo disculparme. Los compañeros se llegaron a , quejándose y muy disimulados, a preguntarme cómo estaba; yo les dije que muy malo, porque me habían dado muchos azotes. Preguntábales yo que qué podía haber sido, y ellos decían: -A fe que no se escape, que el matemático nos lo dirá.

Ansí que, bien puedes darte paz y sosiego en esto de creer que son los que dices, porque así son ellos como yo soy turco. Y, en lo que toca a querer preguntarme algo, di, que yo te responderé, aunque me preguntes de aquí a mañana.