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José Luis se resintió y ella, extremosa como es, quiso a toda costa dejar la estancia y escribió a Eduardo pidiéndole que fuera a buscarla. Ya ellos mismos no pudieron entenderse como antes; además, se terminaban las vacaciones y como ella estafa todavía en la Santa Unión, pasó un año; él se fue a Europa y todo concluyó así... ¡Oh, es seguro! ¡La felicidad de Laura la deshizo Zoraida!

La conversación se resintió de la languidez de nuestros espíritus. La señora de Laroque que se creía en el paraíso, se había por fin desembarazado de sus pieles y permanecía sumergida en un dulce éxtasis. La señorita Margarita manejaba el abanico con una gravedad española.

La entrevista con Tristán en casa de Escudero se resintió de tal confusión de ideas, de este choque de sentimientos tan diversos. Hubo instantes de emoción intensa, de demostraciones de cariño frenético; pero los hubo también de visible y extraña frialdad.

El memorable D. Francisco Jimenez de Cisneros y el rey Don Fernando, ordenaron, como gobernadores durante la menor edad de Cárlos V, no se hiciese pública la insuficiencia de Doña Juana, á pesar de estar íntimamente convencidos de su incapacidad; de manera que por muchos y reiterados esfuerzos que hicieron algunos para declarar su nulidad, no lo lograron; y eso que para nada les estorbaba, pues que jamás se resintió de que no contasen con su voluntad para ninguno de los actos de gobierno.

Mas, viendo Sancho que a más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó a Rocinante y se ató los calzones. Como Rocinante se vio libre, aunque él de suyo no era nada brioso, parece que se resintió, y comenzó a dar manotadas; porque corvetas -con perdón suyo- no las sabía hacer.

Nolo pudo parar su golpe con el brazo izquierdo que aun con la almohada de la chaqueta se resintió bastante. Lanzó un rugido de dolor el guerrero de la Braña y acometido de rabia homicida comenzó á brincar en torno de su enemigo como un tigre sediento de sangre, atacándole por todas partes con incansable furor.

Andrés concluyó por desear un rompimiento; pero se dejaba arrastrar de la costumbre, sin fuerzas para tomar una resolución violenta, como sucede casi siempre en las relaciones añejas. Presentose al cabo lo que era inevitable. Su salud, siempre arrastrada y temblona, se resintió de modo alarmante.

Era además golosa, muy golosa, capaz de comerse una fuente de confites sin asomos de indigestión. Pero no habían de ser fabricados por las monjas: por extraña contradicción con sus piadosas inclinaciones, odiaba todo lo que olía a convento. Pues por esta mujer estrambótica, bien podemos decir loca, fue educado el actual conde de Onís. Su carácter se resintió muchísimo.

¡Bah! son cosas de jóvenes; yo he sido así respondía a los reproches agridulces de su hermana con más pesar que arrepentimiento. Gracias a sus larguezas, el joven, agregado a la embajada de Londres, pudo hacer anchamente la gran vida inglesa, hasta el punto de que su salud se resintió y tuvo que pedir una licencia prolongada.

Viendo, pues, los gallegos el mal recado que habían hecho, con la mayor presteza que pudieron, cargaron su recua y siguieron su camino, dejando a los dos aventureros de mala traza y de peor talante. El primero que se resintió fue Sancho Panza; y, hallándose junto a su señor, con voz enferma y lastimada, dijo: ¡Señor don Quijote! ¡Ah, señor don Quijote!