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Paseó largo rato por el vestíbulo, mascando rabiosamente su cigarro, hasta que se decidió á abordar al portero, cabeza morena y astuta que asomaba al borde de su pupitre, sobre unas solapas azules con llaves de oro bordadas, viéndolo todo, enterándose de todo, mientras parecía dormir. La aproximación de Ulises le hizo levantarse de un salto, lo mismo que si oyese el revoloteo de un papel-moneda.

El travieso y maleante clérigo gozaba lo indecible viendo al arcipreste sofocado, abotargado, con la mano en la oreja a guisa de embudo, o introduciendo rabiosamente el fusique en las narices. Cebre, según don Eugenio, hervía en indignación contra don Pedro Moscoso; los aldeanos lo querían bien; pero en la villa, dominada por gentes que protegía Trampeta, se contaban horrores de los Pazos.

Volvía de esta expedición completamente modernizada; tan rabiosamente inoculada en lo que se ha dado en llamar buen tono extranjero, que se había hecho insoportablemente ridícula. Su ocupación incesante era leer; pero novelas casi todas francesas. Profesaba hacia la moda una especie de culto; adoraba la música y despreciaba todo lo que era español.

No; no creo en nada insistió rabiosamente . Para vivir y para entendernos necesitamos que haya arriba y abajo, derecha é izquierda; y también esto es mentira, pues vivimos en el infinito que no tiene límites. Todo lo que consideramos fundamental no es mas que un cuadriculado que inventaron los hombres para que sirva de marco á sus concepciones.

¡No, verdaderamente, es inicuo!... Se me deja crecer con una esperanza quimérica y comprometer, acaso, mi porvenir, y, de la noche a la mañana, todo se viene abajo como un castillo de naipes y se me deja reducido a una medianía que no es siquiera dorada. Impotente para devorar su amarga decepción, pisoteaba rabiosamente la estera de China que cubría el suelo.

Poca cosa. Caí del caballo, y a pie defendíme rabiosamente contra tres o cuatro franceses. Reventé a uno, descalabré a otro, y me volví a nuestro campo con un águila que entregué al marqués de Coupigny. Al recoger de mis manos la bandera, el General, después de preguntarme si era licenciado de presidio, me dijo: «Es usted sargento.» ¿Ves?

Alrededor de la pizarra, la batalla tomaba proporciones colosales; los dos bandos, alcistas y bajistas, luchaban cuerpo a cuerpo, rabiosamente, cada cual en defensa del santo bolsillo, con uñas y dientes. Don Bernardino Esteven se presentó, cuando la batahola llegaba al punto más alto de su intensidad.

Y rabiosamente, como si se tratara de un enemigo implacable, Antonio le tiró varios golpes con el bichero, hundiendo el hierro en aquella piel viscosa. Las aguas se tiñeron de sangre y el animal se hundió en un rojo remolino. Antonio respiró al fin. De buena se habían librado: todo duró algunos segundos; pero un poco más, y se hubieran ido al fondo.

Sentían impetuosamente las necesidades primarias de la vida animal: el hambre y el amor; sufrían rabiosamente la crueldad de enfermedades y dolores; se batían entre ellos á muerte por la comida ó por la hembra; pero todo esto en absoluto mutismo, sin los aullidos de triunfo ó de agonía con que acompañan los animales terrestres iguales manifestaciones de su existencia.

Era una herida ancha y redonda como una cornada. La mano alevosa había hincado el puñal en el pecho, a la altura del corazón, buscando rabiosamente la víscera. Ramiro sentía ahora que los bordes se despegaban de nuevo; y, al menor cambio de postura, el dolor, un dolor fulguroso, partía de la llaga hacia todo su cuerpo, semejante a una dispersión de centellas.