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Cuando algún empleado les daba caza en las estaciones, corrían de vagón en vagón o intentaban escalar los techos para esperar agazapados a que el tren se pusiera en marcha. Muchas veces les sorprendieron, y agarrándolos de las orejas, con acompañamiento de bofetadas y puntapiés, quedaban en el andén de una estación solitaria, mientras el tren se alejaba como una esperanza perdida.

Había que verlos despertar cuando surgía la aurora. Saltaban gozosos como niños; jugueteaban acometiéndose de mentirijillas y cruzando sus cuernos; intentaban montarse unos a otros, con una alegría ruidosa, como si saludasen la presencia del sol, que es la gloria de Dios.

Algunas veces, en medio de sus espantosas pesadillas, despertábase por un instante, un instante nada más, lo preciso para reconocerse incorporado en la cama, con los brazos sujetos por otros brazos que intentaban mantenerlo inmóvil. Y de nuevo volvía a sumirse en aquel mundo de sombras, poblado de espantos.

Ya no se acordaba de su villa, de aquel pedazo de tierra donde había de morir. Era un ataúd, en el que dormitaba, rodeado de seres egoístas que se defendían del vecino ó intentaban aplastarle, siempre en continua guerra, como si todos se creyesen inmortales y temblaran por su sustento durante una vida sin límites.

Las bárbaras gentes del Norte salieron por pura ambicion de sus casas, i por pura valentia se hicieron señores de las ajenas. Todas las fuerzas que intentaban vanamente atajarles el paso, duraban ante ellas lo que un pequeño torbellino de polvo ante un viento recio é impetuoso.

Luego ruido de pasos, voces ahogadas de saludo, chocar de sillas, chirrido de bancos, arrastre de pies, y la puerta quedó obstruida por las gentes que intentaban salir todas a un tiempo. Comenzaron a desfilar los fieles, saludándose como si se vieran por primera vez al encontrarse en pleno sol, fuera de la luz crepuscular del templo. ¡Bon dia!... ¡Bon dia!...

Y el recuerdo del pobre Maestrico casi les dos reales; sino dos reales y medio, y atribuían este aumento a su sumisión y disciplina. «Siendo buenos, sacaréis más que a las malas», les habían dicho. Y ellos lo repetían, pensando con desprecio en los malvados alborotadores que intentaban arrastrarlos a la rebeldía.

En este estado se hallaba Roger cuando le tomaron los Catalanes y Aragoneses por General en la empresa que intentaban. Determinan los capitales su jornada, y suplican al Rey les favorezca.

Las mujeres de las Claverías iban y venían con noticias desde el palacio al claustro alto. Los chicuelos permanecían recluidos en las habitaciones, atemorizados por las amenazas de las madres si intentaban jugar en las galerías.

Mas, ¡ay!, en vano su ilusión le forjaba planes seductores.... Aquellas mujeres, cuyas miradas devoraban á los transeuntes, con cuyos movimientos, con cuya voz, en ocasiones, intentaban seducirlos, sólo para don Silvestre eran ariscas y desaboridas; para todos había sonrisas, guiños y hasta flores; para el infeliz mayorazgo escupitinas, desaires y malas razones.