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Dorotea le probó su cariño haciendo los mayores sacrificios; pero su dicha había de durar poco: declaróle un día, con toda formalidad, que era preciso poner término á sus relaciones, no pudiendo sufrir más los desaires y hasta los malos tratamientos de su madre y de sus demás parientes, y las murmuraciones y las hablillas de la corte.

Con tal que te deje hablar, aguanta desprecios y desaires. Hago mención de este diálogo que tuvimos la condesa y yo, para que comprenda el lector la razón de la extraña visita que hice a doña María un día después de aquel de tanto ruido en que ocurrió lo que acabo de contar.

Pásmense, pásmense... la más desvergonzada, la que me salió con la escoba fue a los dos días a mi casa a llevarme un napoleón. »Bueno... pues verán ustedes. La costumbre de pedir me ha ido dando esta bendita cara de vaqueta que tengo ahora. Conmigo no valen desaires ni ya lo que son sonrojos. He perdido la vergüenza.

Luego parece que la sociedad no está allí: una diligencia viene a ser para los dos sexos una isla desierta; y en las islas desiertas no sería precisamente donde tendríamos que sufrir más desaires de la belleza.

Ni el pretendiente que en fuerza de cortesías llega á retratarse en los tersos botones de portero de Ministerio, ni el aspirante á rica dote ante exigente futura suegra, ni el candidato extra-oficial en distrito cunero, ni el cesante con ocho hijos frente á despótico casero, tolera las injusticias, los desaires, las cavilaciones y los sudores que sufre y aguanta con estoica resignación el indio ante la bronceada deidad de sus pensamientos.

Mas, ¡ay!, en vano su ilusión le forjaba planes seductores.... Aquellas mujeres, cuyas miradas devoraban á los transeuntes, con cuyos movimientos, con cuya voz, en ocasiones, intentaban seducirlos, sólo para don Silvestre eran ariscas y desaboridas; para todos había sonrisas, guiños y hasta flores; para el infeliz mayorazgo escupitinas, desaires y malas razones.

Dice que le haces muchos desaires, que no contestas a sus cartas, que pisoteas los ramos que te regala... Dice que eres la ingratitud misma. Augusto murmuró Isidora gravemente, apartándose de la reja , es la hora de reglamento. Dispénsame que te despida. Estoy fatigada. Adiós. Vuelve mañana». Y se marchó como una reina, según dijo Miquis para , viéndola internarse en la cárcel.

Hízole a Leopoldina poquísima gracia la propuesta, pero érale imposible rehusar aquel pequeño servicio a la amiga generosa, en cuyo palco, coche y mesa, tenía un lugar siempre dispuesto; porque era Leopoldina de esas personas de clase inferior, entrometidas y gorronas, que sufren toda especie de molestias y desaires a trueque de aparecer a los ojos del vulgo, codeándose en todas partes con las primeras figuras de la moda y de la Grandeza.

ISIDORA. Ya ves que cumplí mi palabra. El jueves, cuando me pintabas tu compromiso y me decías que tu honor y tu buen nombre estaban en peligro, te dije: «Yo, a quien tan grandes desaires has hecho, te he de salvar...». No hay nada que me cautive tanto, que tanto interese a mi alma, como un acto de estos atrevidos y difíciles, en que entren la generosidad y el peligro.

Aunque aborrecía a Granate, la molestaba que se le mortificase en su presencia, sobre todo si era por su causa; sin perjuicio, por supuesto, de que ella le diese a cada momento descomunales desaires; pero entendía, y no le faltaba razón, que los desdenes de la mujer que se ama, si causan dolor, no resqueman como las burlas.