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De aquella confidencia, Ana sacó en limpio que el Magistral, como ella creía, era un alma grande, que no había tenido más delito que cierta vaga melancolía en la juventud y una ambición noble, elevada, en la edad viril. Pero aquella ambición había desaparecido ante otra más grande, más pura, la de salvar las almas buenas, la de ella por ejemplo.

Ciertamente; pero, en cuanto le llegue la hora de la ambición y el amor ¿sabemos lo que será?

¡Ser Prim! ¡Ilusión de los hijos del pueblo en los primeros albores de la ambición, cuando los instintos de gloria comienzan a despuntar en el alma, entre el torpe balbucir de la lengua y el retoñar, casi insensible, de las pasiones!

¿Y por qué es mal hecho, señor? preguntó. Porque esas gentes respondió el general vivían contentos y sin ambición, y desde ahora en adelante, no podrán decir otro tanto; y según el título de una comedia española, que es una sentencia, Ninguno debe dejar lo cierto por lo dudoso.

Señor repuso con humildad la segunda. ¿Hay algo? Lo de siempre. Peticiones de la ambición, exigencias de la codicia, vanidades del amor propio, arrogancias de la soberbia, desafueros de la maldad, sollozos de dolor y bostezos de hambre. A esos hay que atender primero. Señor, es que son muchos los que piden y pocos los que agradecen. No importa.

Pero no era verdad, tenía ambición, amor al peligro y una confianza ciega en su estrella. La vida sedentaria le irritaba. Martín y Bautista dejaban solas a las dos mujeres y se iban a España. Al año de casada, Catalina tuvo un hijo, al que llamaron José Miguel, recordando Martín la recomendación del viejo Tellagorri.

Y si bien se mira, hasta los ediles de otros tiempos no solían ser desinteresados cuando se descolgaban con ellas, porque, ó se parecían á aquel señor Robres del epigrama, que hizo á los pobres antes de hacer el hospital, ó bien derrochaban el dinero para satisfacer la ambición, ganándose el favor de la muchedumbre y comprando sus votos.

El espectáculo de la riqueza le llenó de asombro; la privación de lo que otros disfrutaban espoleó a la envidia; la ignorancia cerró a la abnegación el paso; la conciencia le dijo que su ambición era justa; miró a Luz con codicia, y en el fondo de su alma surgió el deseo de gozarla o la resolución de destruirla.

Y no menos alabanza piden la lenidad, la dulzura y el espíritu de conciliación con que el general Martínez Campos, durante todo el tiempo que ha mandado en la isla, ha tratado á los diferentes partidos políticos que en ella hay, sin excluir á los que llenos de imperdonable ingratitud hacia la metrópoli y ciegos por ambición ó por falso y torcido amor al suelo natal, anhelan y buscan la separación de Cuba y de España.

Almanzor, celoso de la autoridad omnímoda que ejercia sobre la España Arabe, le distrajo de los negocios del gobierno, aunque no intentó nunca usurparle el trono á que hubiera podido subir llevado sobre el escudo de los ejércitos que habia conducido á la victoria; Abd-el-melek, hijo primogénito de Almanzor, siguió guardándole la lealtad jurada; Abd-el-rhaman Anasir, hermano de Abd-el-melek, le movió á impulso de su propia ambicion á que le declarara sucesor al trono. ¡Declaracion fatal, terriblemente fatal para , ciudad desventurada, sobre cuya cabeza fue desde entonces amontonando el Señor todo género de males: la guerra, el crímen, el hambre, la anarquía!