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Los que eran soldados de Flandes, como Antonio Dávila, el verrugoso, o Pedro Rengifo, el de la cuchillada en la frente, comentaban la táctica de Farnesio y referían innumerables heroísmos de los soldados de España. El imperio de la raza brillaba en los semblantes y formaba calurosa armonía de orgullo.

Antes de decidirse a pasar el río, nuestro General mandó una pequeña fuerza en reconocimiento de la situación de las tropas de Coupigny. Algunos jinetes de Farnesio tomaron parte en esta expedición, y Marijuán, que fué en ella, nos contó a su regreso, en la tarde del 15, que habían encontrado la división del Marqués hacia Villanueva de la Reina, donde le entregaron los pliegos de Reding.

A mi amo y a los que le seguían nos tocó formar en las filas del regimiento de Farnesio, mientras que los lanceros de Sevilla fueron casi todos incorporados al regimiento de España. El día 13 nos separamos de nuestros compañeros y tomamos el camino, mejor dicho, las veredas y trochas que conducen a Menjíbar. No llegábamos a seis mil; pero éramos buena gente, aunque me esté mal el decirlo.

El regimiento de guardias valones, los suizos, el de la Corona, el de Irlanda, el de Jaén, los granaderos provinciales, los fusileros de Carmona, la caballería de Farnesio y las seis bocas de fuego que mandaba D. Antonio de la Cruz, eran piezas respetables, orgullosas de mismas.

Ramiro, después de cumplir con los saludos de ceremonia, sentose junto a un ancho brasero, en torno del cual se parlaba de guerra. Don Enrique Dávila juzgaba la táctica de Farnesio, mientras alzaba en su mano un vaso de plata con una piedra bezoar incrustada en el borde. Un criado escanciábale el vino de San Martín con demasiada frecuencia.

El protagonista del drama de Calderón es el famoso Alejandro Farnesio, duque de Parma, y el pensamiento fundamental de la fábula, que el Príncipe y su favorito Don César aman á la misma dama, intentando siempre el primero, instruído del secreto de los amores de ambos, evitar á todo trance la ocasión de que se vean, y de que lleven á cabo su resolución de huir juntos, aunque, después de algunos combates consigo mismo, deja la dama á su amigo.

Nunca se vio una tan poderosa armada, ni aprestados para una tan grande empresa tantos grandes capitanes; que siendo don Juan de Austria generalísimo de todas las escuadras de la Liga, allí asistían el príncipe Alejandro Farnesio, don Luis de Requesens, Marco Antonio Colonna, el proveedor Barbarigo, Juan Andrea Doria, el marqués de Santa Cruz don Alvaro de Bazan, Sebastián Veniero, Ascanio de la Corna, el prior y los caballeros de Malta, y otra multitud de capitanes, no de tan gran linaje, pero no menores en valor y nombradía, entre ellos Gil de Andrade, don Sancho de Leiva, don Miguel de Moncada, Francisco de Sancti Pietro y Diego de Urbina, y otros muchos de mar y tierra.

Nuevamente se nos hizo cambiar de posición, llevándonos más adelante a espaldas de una batería, y flanqueados por una columna de tropa de línea. Gran parte de la caballería fué trasladada al lado izquierdo; pero a , con el regimiento de Farnesio, me tocó permanecer en el ala derecha.

En este año murió la reina madre D.ª Isabel Farnesio, y en la catedral se hicieron las correspondientes demostraciones fúnebres. Este mismo año se trató de hacer nuevos púlpitos, á cuyo fin por disposicion del obispo Barcía se compraron caobas, se formaron proyectos y se entregó al obrero mayor libramiento de 4000 fanegas de trigo, que produjeron 8000 pesos.

Sus ojos pequeños. Ramiro no escuchó sino el final de su discurso: Diga, vuesa merced, que una vez que Farnesio hubo dejado las provincias para penetrar en Francia, debió librar batalla campal al Bearnés, desbaratalle en seguida, quitalle las vituallas, adueñarse de París e decir luego a nuestro rey: «Señale agora Su Majestad la persona que ha de sentarse en este tronoDe esta suerte, aunque exponiendo a Flandes, hubiéramos extendido el poder de nuestras armas y limpiado a aquella monarquía de la pestilencia luterana.