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Se hacia sensible este accidente por la falta que podia hacer para la defensa del pueblo: pero sin embargo se envió una compañia de fusileros con el capitan D. Santiago Vial, únicamente para sostener la retirada de la caballeria, la que se consiguió felizmente, cubriendo esta operacion con el fuego del fusil, de cuyas resultas tuvieron los contrarios 30 muertos y muchos heridos, y de los nuestros solo lo fueron levemente D. José Antonio Castilla, cacique de Pomata, y un soldado de su compañia.

El regimiento de guardias valones, los suizos, el de la Corona, el de Irlanda, el de Jaén, los granaderos provinciales, los fusileros de Carmona, la caballería de Farnesio y las seis bocas de fuego que mandaba D. Antonio de la Cruz, eran piezas respetables, orgullosas de mismas.

No sabemos a qué época fija se referirían estos párrafos sueltos que al vuelo cogía Barbarita cuando, ya casada, entraba en la tienda a descansar un ratito, de vuelta de paseo o de compras: «¡Qué hermosotes iban esta mañana los del tercero de fusileros con sus pompones nuevos!»... «El Duque ha oído misa hoy en las Calatravas. Iba con Linaje y con San Miguel»...

Todos hacían honor á una copa en momento oportuno y tenían gran fe en los santos. El cocinero no necesitaba más... ¡gentes excelentes y simpáticas! Ciertos mozos condecorados con la Cruz de Guerra le contaban sus hazañas. Eran supervivientes de los batallones de fusileros marinos que defendieron á Dixmude.

No se descuidó Orellana en tomar cuantas prevenciones consideró oportunas para evitar el ser sorprendido aquella noche, pero el enemigo no hizo movimiento alguno; hasta la una de la tarde del dia siguiente, que se puso en marcha para atacar los indios fieles que estaban apostados en el Cerro del Azogue, y habiendo conseguido desalojarlos, bajaron en su seguimiento hasta el Castillo de Santa Bárbara, con tanto impetu, que fué preciso saliese la guarnicion á sostenerlos, empezando de este modo la accion por aquel lado, que en breve se hizo general, y fué preciso oponerles la caballeria por la parte de la campaña, y destacar algunos piquetes de fusileros para contenerlos cerca la iglesia de San Juan, donde hacian sus mayores esfuerzos para ocupar aquel puesto: y aunque duró por largo rato la obstinacion y la resistencia por una y otra parte, fueron al fin rechazados con pérdida de algunos de los suyos, y sin daño considerable de los nuestros.

Para evitar el peligro se nombraron 100 fusileros de tropas ligeras con todos los indios auxiliares de Anta y Chincheros, á quienes se dió la órden para desalojar á los rebeldes de tres puestos muy ventajosos que ocupaban en la cresta de la montaña en que estaban alojados, cuyo ataque emprendieron valerosamente; y tuvieron la fortuna no solo de conseguir el intento, sino tambien derrotarlos enteramente, á vista del resto de las tropas que esperaban el éxito del suceso.

A las 2 de la mañana del siguiente dia se mandaron salir 150 fusileros de las tropas lijeras, con los indios auxiliares de Anta y de Chincheros, para que ocupasen una montaña que dominaba la llanura, por donde debia pasar precisamente el ejército para dirigirse á Cambapata, cuyo pueblo reconocido, se notó le habian cercado los insurgentes, con una muralla de adobes, coronada y cubierta de espinos, para embarazar la marcha, y retardar cuanto les fuese posible la llegada de las tropas á Tinta.

Los reconoció al fin; eran marineros de los Estados Unidos, un batallón de fusileros de la flota que iba á Italia para que la bandera de las rayas y las estrellas representase á la gran República en las cumbres de hielo de los Alpes y en los pantanos ardorosos del Véneto.

Los fusileros americanos continuaban sus silbidos, sus gritos de exuberante juventud; pero á él le pareció que estas voces y estos manoteos decían lo mismo que el otro, invitándole con irónica cortesía: «¡Ven; aún queda un lugarAlgo más se callaban, pero él lo oyó en el interior de su cerebro como el bordoneo de una campana remota.

Poco despues pusieron en fuga á nuestra caballeria, que perseguida por los rebeldes, huia del mismo modo, dejando á los fusileros cortados á su retaguardia.