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Ha muerto de hambre la gente pobre, el hambre y las aglomeraciones de cadáveres han producido una horrible pestilencia, causa á su vez de una gran despoblacion. En Arabia va quedando la madre de las ciudades desierta de sus vecinos; apenas se ve en ella mas que gente pasagera, y la Caaba está cerrada á naturales y peregrinos . Viene el año 874, y con él nuevos escarmientos.

6 y heriré los moradores de esta ciudad; y los hombres y las bestias morirán de pestilencia grande.

Todo era darle a la llave para subir la mecha, con lo cual se ahumaba el tubo, o para bajarla, con lo que se quedaban todos de un mismo color. Pero sin acobardarse por la pestilencia del petróleo ni por la penumbra de su avara luz, seguían trabajando aquellas pobres chicas, sometidas a la ley de la necesidad, que obliga a comprar el pan de hoy con los ojos de mañana.

12 Cuando ayunaren, yo no oiré su clamor, y cuando ofrecieren holocausto y ofrenda, no lo aceptaré; antes los consumiré con cuchillo, y con hambre, y con pestilencia. 13 Y yo dije: ¡Ah! ¡ah! ¡Señor DIOS! He aquí que los profetas les dicen: No veréis cuchillo, ni habrá hambre en vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera.

12 Y hablé también a Sedequías rey de Judá conforme a todas estas palabras, diciendo: Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia, y servidle a él y a su pueblo, y vivid. 13 ¿Por qué moriréis, y tu pueblo, a cuchillo, de hambre, y [de] pestilencia, de la manera que ha dicho el SE

Aún no respondió por fin Ramiro con la voz vacilante; pero oigo encomialla a los demás. ¡Necio yo, que nunca he de poner el dedo en la llaga! exclamó entonces don Antonio, con orgullosa sonrisa. Ya se ve claramente volvió a decir, dirigiéndose al mancebo que aquellos amores os han dejado en el corazón su maldita pestilencia.

Sus ojos pequeños. Ramiro no escuchó sino el final de su discurso: Diga, vuesa merced, que una vez que Farnesio hubo dejado las provincias para penetrar en Francia, debió librar batalla campal al Bearnés, desbaratalle en seguida, quitalle las vituallas, adueñarse de París e decir luego a nuestro rey: «Señale agora Su Majestad la persona que ha de sentarse en este tronoDe esta suerte, aunque exponiendo a Flandes, hubiéramos extendido el poder de nuestras armas y limpiado a aquella monarquía de la pestilencia luterana.

García de Palacio recomendaba para cuando se desconcertasen y fuere menester entrar en el arca de la sentina, meter antes una linterna con vela encendida, y si estuviese dentro buen rato sin apagarse, se podía entrar seguramente; en otro caso, entendiendo que había dentro aire corrupto que podría matar, debía echarse vinagre en cantidad, orines y agua fría para que la mundificaran y quitaran el daño y pestilencia que suele tener.

7 Con todo eso, oye ahora esta palabra que yo hablo en tus oídos y en los oídos de todo el pueblo: 8 Los profetas que fueron antes de y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron sobre muchas tierras y grandes reinos, de guerra, y de aflicción, y de pestilencia.

»Por lo cual, levantando en alto aquesta cruz que aquí ves, nos azotamos ásperamente muchas veces al pie de ella, pidiendo á Dios misericordia y perdón de nuestras culpas: cesó al punto la pestilencia, de suerte que desde aquella hora en adelante no murió ninguno de los tocados de la peste, y ninguno de los sanos enfermó del contagio; y una noche estando presentes muchos del pueblo que lo vieron, bajó del cielo un mancebo bellísimo con el rostro muy resplandeciente, y postrado en tierra la adoró; desde entonces tenemos nosotros en gran veneración á este santo madero, y deseamos abrazar cuanto antes la fe de JesucristoHasta aquí el buen cacique.