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Nunca se vio una tan poderosa armada, ni aprestados para una tan grande empresa tantos grandes capitanes; que siendo don Juan de Austria generalísimo de todas las escuadras de la Liga, allí asistían el príncipe Alejandro Farnesio, don Luis de Requesens, Marco Antonio Colonna, el proveedor Barbarigo, Juan Andrea Doria, el marqués de Santa Cruz don Alvaro de Bazan, Sebastián Veniero, Ascanio de la Corna, el prior y los caballeros de Malta, y otra multitud de capitanes, no de tan gran linaje, pero no menores en valor y nombradía, entre ellos Gil de Andrade, don Sancho de Leiva, don Miguel de Moncada, Francisco de Sancti Pietro y Diego de Urbina, y otros muchos de mar y tierra.

Se llama el brigadier de caballería D. Jaime Pimentel y Moncada, valiente como el Cid, de noble prosapia, joven y gallardo. Ya le verán ustedes, ya le verán ustedes, porque pronto vendrá a visitar el distrito.

De suerte que el primero parece haberse propuesto imitar á Salustio y Tacito; y así unas veces ama la oscuridad, y otras deja dislocadas y sin sentido las clausulas; sino es que esto sea mas bien vicio de los Codices que del Autor; pero MONCADA imitando á Julio César en la pluma, como lo habia hecho con la espada, es tan puro y elegante como él; porque nuestra lengua como hija de la Latina es capaz de admitir todos sus primores; y no le es inferior en la ciencia militar, y en los consejos políticos que á menudo mezcla con oportunidad.

A la verdad yo no hallo ninguno, que en su género le haga ventaja; aunque entre en su número el de la Guerra de Granada de D. DIEGO DE MENDOZA; porque si se consideran las prendas que deben adornar una historia, en ambas se hallan en sumo grado; si la elegancia y pureza de estilo, en que algunos dan el primer lugar á MENDOZA entre los Escritores Españoles, no es inferior en esto MONCADA; antes bien me parece el de este mas dulce y sin mezcla de afectacion alguna.

En cualquiera de ambos supuestos, reconoció doña Luz la necesidad de cambiar de conducta; la conveniencia, valiéndonos de una frase española, algo anticuada, pero gráfica, de poner su descuido en reparo. La llegada a Villafría del triunfante y flamante diputado D. Jaime Pimentel y Moncada coincidió casi con esta prudentísima, aunque algo tardía resolución.

Antes de hacerlo, conviene, sin embargo, recordar que, hallándose los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén dispersos y sin domicilio propio después de la toma de la isla de Rodas por Solimán, como el gran Maestre y principales dignatarios se acogieran á la ciudad de Zaragoza de Sicilia, dióles el Emperador Carlos V para habitación y defensa la isla de Malta y la ciudad de Trípoli, con las conquistas del Conde Pedro Navarro y D. Hugo de Moncada.

Fueron sus padres Don Gaston de Moncada, segundo Marqués de Aytona, Virrey de Cerdeña y Aragon, Embajador en la Córte de Roma; y Doña Catalina de Moncada, Baronesa de Callosa. Desde sus tiernos años se habia dedicado D. FRANCISCO al estudio de las letras, y de las lenguas Latina y Griega.

Antes que Lison de Biedma pidiese en las Córtes al rei Felipe IV la veda de las mercaderías estrañas, el doctor Sancho de Moncada habia querido demostrar en su Restauracion política de los pueblos de España, que su remedio estribaba tan solo en que los españoles fuesen los únicos que se ejercitasen en las artes i oficios: en que no se sacasen de estos reinos materiales para con ellos fabricar mercaderías; i en que se prohibiese la introduccion de aquellas que hubiesen sido labradas por los estranjeros.

Diez años después llevó á los Gelves Don Hugo de Moncada, Virrey de Sicilia, otra armada de cien velas conductora de 13.500 infantes y 1.000 caballos; los puso en tierra por el mes de abril , y no llanamente se abrió paso; que si el escuadrón que personalmente guiaba arrolló á los moros, otro de los suyos cejó viéndose en aprieto.

Hazañas tan memorables merecían una pluma delicada que las escribiese segun correspondia. Tal era la de DON FRANCISCO DE MONCADA, no menos célebre por la espada, que por la pluma; y digno de ser tan conocido, como merece la grandeza de su ingenio y de su alto nacimiento.