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Sus manos chorreaban betún, y en el traje se habían limpiado las suyas asquerosísimas los otros muchachos. El Pitusín tenía el cabello negro. Sus labios rojos sobre aquel chapapote superaban al coral más puro. Los dientecillos le brillaban cual si fueran de cristal.

Los arqueros habían limpiado de enemigos la proa y popa de ambas galeras, pero los piratas éstos atacaron en gran número el centro del Galeón, cayendo con furia por ambos costados sobre los marinos y hombres de armas y luchando con ellos cuerpo á cuerpo, en confusión tal que los soldados y marineros situados en las cofas no se atrevían á lanzar dardos ni peñascos, temerosos de herir y aplastar á sus propios compañeros.

Doña Elvira no podía quejarse de los últimos momentos de su hermano. Había muerto como quien era: como un caballero cristiano, como una persona decente. La enfermedad mortal le había sorprendido en una de sus juergas rodeado de mujeres y mozos de valor. La sangre del primer vómito se la habían limpiado las amigas con sus pañolones bordados de chinos y rosas fantásticas.

Ni mantel, ni tapete, ni bandeja; el único adorno de la mesa son las manchas caprichosas que el vino y la ginebra en feliz consorcio con el polvo han ido dejando con el trascurso de los meses y los años. La estancia es lóbrega, porque la calle del Pozo lo es y porque los cristales emplomados, hace años ya que no se han limpiado, y porque la tarde está declinando.

Y el periodista, que aún no se había limpiado de sus primeras lecturas románticas, encontraba muy original aquella entrevista y hasta sentía cierta satisfacción.

Durante el curso de los siglos trabajaron las aguas, llevando arcilla y leve arena para reconstituir su cauce y formar en las cercanías una capa de tierra vegetal; los torrentes han limpiado poco á poco su lecho, royendo ó separando las piedras que les molestaban; el monstruoso pavimento formado por las rocas más pequeñas se ha cubierto de hierbas, convirtiéndose en pasto montuoso, erizado de puntas; los grandes peñascos se han vestido de musgo y se agrupan acá y allá en pintorescos collados; grupos de árboles crecen al lado de cada reborde roquizo y siembran de encantadoras manchas de verdura el grato paisaje.

¡Tranquilizaos, pacíficos vecinos de Kalamba! ¡Ninguno de vosotros se llama Tales, ninguno de vosotros ha cometido el crímen! ¡Vosotros os llamais Luis Habaña, Matías Belarmino, Nicasio Eigasani, Cayetano de Jesus, Mateo Elejorde, Leandro Lopez, Antonino Lopez, Silvestre Ubaldo, Manuel Hidalgo, Paciano Mercado, os llamais todo el pueblo de Kalamba!... ¡Habeis limpiado vuestros campos, habeis empleado en ellos el trabajo de toda vuestra vida, economías, insomnios, privaciones, y os han despojado de ellos, lanzado de vuestros hogares y han prohibido á los demás os diesen hospitalidad!

A casi nadie se le mostraba; pero ella, que tenía muy rara condición y muy contrarias propensiones en el espíritu activo e infatigable, tal vez después de trotar y galopar y dar saltos peligrosos en su caballo negro, durante dos o tres horas; tal vez después de haber limpiado, bañado y frotado con complacencia su hermoso cuerpo, que del valiente ejercicio había vuelto cubierto de sudor; rebosando ella salud, en todo el brío de la mocedad y en todo el florecimiento de la belleza plástica, se sentía llena de ímpetus ascéticos, y abriendo su cuadro, le contemplaba largo tiempo, y las lágrimas acudían a sus ojos, y acudían a sus rojos labios plegarias inefables que ella murmuraba y apenas articulaba.

Al anochecer entró doña Lupe, después de haberse limpiado el lodo de las suelas en el felpudo del vecino. «Oye una cosa dijo a Fortunata, quitándose el manto . He sabido esta tarde que Mauricia se está muriendo. ¡Pobre mujer! Tenemos que ir a verla. No es lejos: calle de Mira el Río». Diole esta noticia su amiga Casta Moreno, que la supo por Cándido Samaniego.

7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y quitará tu culpa, y tu pecado será limpiado. 8 Después la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? 9 Entonces dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.