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La mesa estaba lista, y la tía aguardándome. Andrés, a quien diariamente mandaban desayuno y comida a su «changarro» del Barrio Alto, solía almorzar con nosotros. Me place recordar aquellos desayunos. ¡Qué de veces, en el comedor de fastuoso banquero, he pensado, con triste alegría, en aquellas horas dichosas! Tía Pepa en un extremo; yo a su derecha, y enfrente de Angelina.

Poco tiempo despues se le puso en la cabeza la mania de no comer ni beber; y hubo ocasion de que pasasen tres dias sin tomar nada; hasta que acosada por el hambre, tomaba algo, empeñándose que los platos donde le mandaban las viandas no saliesen de su habitacion; de suerte que estos objetos sucios con otros, daban un olor insoportable á aquella morada, é imposible por tanto de aguantarlo.

De aquí comenzó la discordia entre los que mandaban, y con este buen principio, á los 25 de otubre de 1560, hizo vela del puerto de Mesina la nave Emperial, que iba por capitana de todas las demás, que serían hasta 40.

Otras veces, el viejo marino nos contaba una serie de crueldades horribles: piratas que mandaban cortar la lengua o las manos a los que caían en su poder; otros que echaban al agua a sus enemigos, metidos en una jaula y con los ojos vaciados. Nos hacía temblar, pero le oíamos.

Pero lo que realmente impresionaba escuchándole era que, al tratar de los curas que mandaban partidas, hablaba de ellos igual que de los otros cabecillas, haciendo abstracción completa de su carácter sacerdotal, sin que a pesar de su odio al carlismo aprovechase la ocasión de condenar la conducta de los clérigos que tal hacían.

Y los Señores, habiendo salido al balcon de estas casas capitulares, y oido que el pueblo ratificó por aclamacion el contenido de dicho pedimento ó representacion, despues de haberse leido por mi en altas é inteligibles voces, acordaron: que debian mandar y mandaban, se erigiese una nueva Junta de Gobierno, compuesta de los Señores expresados en la representacion de que se ha hecho referencia, y en los mismos términos que de ella aparece, mientras se erige la Junta general del vireinato.

Y así, medio riendo, le dije que mandaban también tener entre los desesperados que se ahorcan y despeñan, y que como a tales no las enterrasen en sagrado a las mujeres que se enamoran de poeta a secas.

Esa era la ocasión en que las bellas damas que iban a caballo mandaban de antemano cajas que contenían algo más que sus trajes del baile. La fiesta, en efecto, no debía durar sólo una noche, como las mezquinas diversiones de la ciudad, en que todas las provisiones de boca son puestas de una sola vez en la mesa, y en que la lencería es insuficiente.

No tenía periódicos que hacer, y servía de secretario á los generales que mandaban las fuerzas revolucionarias.

Venía tal vez de ver cómo salvaba a la pobre india que se le abrazó a las rodillas a la puerta de su templo mexicano, loca de dolor porque los españoles le habían matado al marido de su corazón, que fue de noche a rezarles a los dioses: ¡y vio de pronto las Casas que eran indios los centinelas que los españoles le habían echado para que no entrase! ¡El les daba a los indios su vida, y los indios venían a atacar a su salvador, porque se lo mandaban los que los azotaban!