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Mas, general murmuró, yo quiero librarme de la presencia odiosa del viejo Ti-Chin-Fú y de su papagayo... Si yo entregase la mitad de mis millones al tesoro chino, ya que no me es dado personalmente, como Mandarín, aplicarlos a la prosperidad del Estado, tal vez Ti-Chin-Fú se calmase. El general puso paternalmente su ancha mano sobre mi hombro. Error, considerable error, joven.

Yo estaba asombrado contemplando tales transformaciones y me sorprendía su extraordinaria belleza de la muchacha, cuando la vi realzada con los atractivos que el arte presta tan hábilmente a la hermosura. ¡Y qué bien sabía ella aplicarlos a su persona! ¡Qué singular talento el suyo para poner cada objeto en el sitio donde debía estar, y donde las leyes más rigurosas de la estética querían y mandaban que estuviese!

Nuestra decadencia o postración ha de ser, por consiguiente, accidental y no esencial. Depende de varios achaques y dolencias de que es menester que sanemos. Para conseguirlo, propone doña Emilia, algunos remedios que a me parecen excelentes. Lo que importa ahora es que haya alguien que sepa aplicarlos con energía y perseverancia.

Todavía una vez más, mi querido Domingo, la vida, lo posible, lo razonable... Yo se lo ruego, no crea usted a los que le señalen lo razonable como enemigo de lo bueno, porque es inseparable amigo de la justicia y de la verdadLe doy cuenta de una parte de los consejos que Agustín me daba, sin saber exactamente a qué aplicarlos, pero adivinándolo.

D. Benigno opinaba que todos los españoles debían abrazar la bandera de la libertad, respetando y enalteciendo siempre la Religión y el Trono: admitir todos los progresos del siglo, y aplicarlos a las leyes, a las costumbres, al vivir y al pensar, evitando las guerras y colisiones.

En suma, el P. Jacinto era un gran médico de almas, aunque duro y feroz á veces en los remedios. Gustaba de aplicarlos heroicos, como suelen hacer los demás médicos de los lugares, que tal vez recetan á un hombre el medicamento que convendría recetar á un caballo.

No pudiendo elegir los medios, poseía el don de la aplicación más bien que la flexibilidad que permite aplicarlos todos. A fuerza de voluntad, de clarividencia, de ardor suplía casi las facultades naturales de que se reconocía privado. Su voluntad, apoyada sobre extraordinario buen sentido y una rectitud perfecta, hacía milagros.