United States or Vietnam ? Vote for the TOP Country of the Week !


Una noche, en el momento en que el rezo iba á principiar, Clara tenía abierto el costurero, y fingiendo arreglar dentro de él alguna cosa, se ocupaba en abrirle la boca al pajarito y meterle á la fuerza unas migajas de pan que había guardado en el bolsillo, cuando de repente alzó el vuelo el animal, revoloteó por la habitación con el hilo atado en la pata, y fué á pararse ¿dónde creeréis? en la misma cabeza de doña Angustias, que al verse profanada de aquel modo, tomó tal cólera, que el asma le ahogó la voz y estuvo gesticulando en silencio diez minutos, roja como un tomate.

No dijo Rosalía con viveza, lastimada de oír el nombre de su marido . Esto es cosa mía exclusivamente. Ni hay para qué enterar a Bringas de nada... ¡Oh!, es cosa mía, mía... ¡Ah!... ya murmuró Refugio, mirándola otra vez fijamente en el entrecejo. Rosalía advirtió que después de observarla, la maldita revolvía de nuevo en el costurero... ¿Se ablandaba al fin y sacaba los billetes?

Primero. ¿Por qué, contra lo acostumbrado, le envió el presente a su casa? : esto indudablemente era horror a la ostentación. Segundo. ¿Por qué, pues el obsequio era costoso, haber gastado tanto para ella? Aquí estaban claras la esplendidez y el deseo de agradar. Finalmente, ¿a qué regalar un costurero a una mujer que no tenía tiempo de dar puntada? Esto no podía explicarse.

Lo que, salvando nuestra conciencia de historiadores veraces podemos afirmar, es que Esperancita tardó bastante tiempo en advertirlo, y que después de advertirlo no causó en ella la honda impresión que debía esperarse. En el gabinete costurero donde los introdujeron, estaban bordando D.ª Esperanza, Mariana y Esperancita.

Mientras estuvo escribiendo La Letra Escarlata, se le veía con frecuencia olvidarse de cuanto le rodeaba, sumergido en profundo ensimismamiento. Refiérese que un día, hallándose en este estado, tomó del costurero de su esposa una pieza que ella estaba cosiendo, y la picó en pedazos muy menudos, sin reparar en lo que había hecho. Esta costumbre de destrucción inconsciente databa de su juventud.

La mujer sepultada en su casa desde que nace hasta que muere; la mujer á quien se representa como un vacío insondable el espacio que media entre la cuna y el sepulcro; que está acostumbrada á mirar en aquel vacío un ataud, cuya gasa negra no puede suspender; una madre, una esposa, una hija que tiene el hábito de enamorarse hasta del espejo en que se contempla, hasta de la vajilla en que come, hasta del dedal de su costurero: esa mujer cuyo destino está cifrado en amar lo que ve, y no ve otra cosa que el misterio que la rodea; esa mujer que se habitúa á enamorarse de su propio misterio, no puede menos de ser ardientemente patriótica, porque es ardientemente doméstica.

Una mañana, buscando unas tijeras en el costurero de su hermana, halló en él, entre los hilos y cintas, un librito, en cuya portada se leía este título: Oraciones nuevas para todos los actos de la vida, que son otros tantos escudos contra las malas tentaciones. Lo abrió sonriendo, y vio era el más completo repertorio de peticiones y acciones de gracias que imaginarse puede.

Refugio volvió a meter su mano en el costurero y sacó el envoltorio de los billetes. ¡Jesús divino! ¡Si al fin se resolvería...! La de Bringas la vio, con disimulada ansia, sobar y repasar los billetes como si los contara. Después, moviendo la cabeza en señal de desconsuelo, dijo la muy...: «Si no me queda ya nada... ¡Ay!, señora, no es posible, no es posible».

Y por último, después de haber preparado cuanto consideró necesario, una tarde, entre dos luces, se mudó al tercero interior de doña Jesualda, en la calle de Don Pedro. En un carrito fueron la cama, sus dos baúles, un arca y varios líos de ropa; ella montó en un simón, llevando sobre las rodillas el costurero que en días más tranquilos le regaló don Juan.

La idea de desprenderse de algo suyo por otro medio de enajenación que no fuese la compra-venta, era para él casi incomprensible. Sus limosnas tenían por esto un mérito muy superior a las de otras personas. Cuando entró en el costurero manifestaba en el rostro señales de hallarse conmovido.