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El hubiera temido el disgustarme, de esto estoy bien segura: es verdad que no me amaría, tal vez con la misma pasión, y que después, por circunstancias más graves, el temor de afligirme hubiera sido tal vez para él como una segunda conciencia. ¡Todo se pagará; pero antes pagaré yo en reproches fundados y lágrimas amargas las ligerezas de mi pobre hijo!

Ernestina no se resignaba, y se revolvió queriendo volver a él. Le amaba de veras; lo pasado eran niñadas, ligerezas; pero aun cuando esto halagaba a Luis, provocaba su indignación como una amenaza a su libertad, milagrosamente recobrada.

Siento por esta causa un gran remordimiento, pero comprendo que no me preocupo lo bastante del poco bien que hago, y que me dejo llevar hacia las distracciones; éstas no serán faltas, pero son ligerezas que no dejan hacer buen uso del tiempo que transcurre. El tiempo es para aprovecharlo en hacer el bien a nuestros semejantes y a nosotros mismos.

Y satisfecha de este poder de seducción que nadie osaba resistir, seguía hablando con Fernando y se justificaba de las ligerezas de su pasado, de las cuales no le había pedido él cuenta alguna.

Era así... la podredumbre de la materia para los espíritus podridos.... Y ella había pecado, , , había pecado. ¡Qué diferentes criterios el que ahora aplicaba a sus culpas, y el que el mundo solía tener y con el cual ella se había absuelto de ciertas ligerezas que ya le pesaban como plomo!». Y recordaba máximas y aforismos religiosos que había oído al Magistral, sin penetrar su terrible severidad, aquel sentido lúgubre y hondo que no parecían tener en los labios finos, suaves, llenos de silbantes sonidos del pulquérrimo canónigo.

La responsabilidad de tus faltas las tomo para y te dejo a ti la gloria de tus bellas acciones. ¡Y qué ingrato he sido contigo! Pero me has dado una de esas lecciones que son propias de las grandes almas. A mis ligerezas respondes con tu generosidad. JOAQUÍN. Te idolatro. ISIDORA. ¿Me he portado bien? JOAQUÍN. Como una princesa, como una reina.

El viaje de Sacramento y su marido duró más de un año: al volver estaban ya desavenidos. En un principio el barón, como caballero que repugna publicar su desacierto, transigió con las que llamaba genialidades y ligerezas: luego trató de ocultarlas, y cuando ni esto pudo, fingió ignorarlas.

Y ella, con aquella facilidad que siempre había tenido para leer sus pensamientos, se aproximaba a él, tierna y sumisa como una víctima, pidiendo el martirio a cambio de un poco de cariño, arrepintiéndose de sus pasadas ligerezas, propias de la inexperiencia, y acariciándolo con el perfume de su aliento, aquel mismo perfume de la carta que, estremeciéndole, envolvía su cerebro en humareda embriagadora.

Hará usted bien dijo el médico con zumbona gravedad, recordando las ligerezas de la niña al verse libre en las minas, después de las pudibundeces del colegio. Esos señores son aquí los únicos que pueden cargar con ella. Llegaron á la cantina de Tocino, una casa aislada, de mampostería, con un gran mirador de madera.

Traducido lo que me dijo en rudas frases era como sigue: que si Juan Maury, que había sido guapo y muy querido de las damas, tuviese que aceptar un hijo por cada uno de los extravíos o ligerezas de su primera juventud, se expondría a poder formar un batallón con su prole; que sus relaciones conmigo habían sido de lo más ligeras, sin compromiso ninguno, y de duración muy corta; y que él no tenía ningún motivo justificado para afirmar con pleno convencimiento que durante dichas relaciones había sido el único, porque entonces había también un marido legítimo, y había además dos rivales que con grave escándalo y por celos riñeron en desafío, resultando muerto uno de ellos.