United States or Guinea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Era indecible el gozo y consuelo del ferviente Misionero, viendo crecer, por medio de la gracia del Espíritu Santo, á aquellas plantas noveles, no sólo en la piedad, sino en el número; porque corriendo la voz de que había en el país un predicador de la ley santa, los indios Penoquís, que estaban más adelante, hacia Santa Cruz la Vieja, le despacharon una embajada pidiéndole les hiciese una gracia y se dignase visitarlos, porque querían hacerse también ellos cristianos, y que si no iba, ellos, con su buena licencia, vendrían á verse con él.

S. M. que ha honrado mi insignificante opúsculo permitiendo que lo pusiese bajo sus reales auspicios, si se dignase leer estas últimas páginas, al paso que veria en ellas un celo puro y desinteresado, quizás no dejaría de encontrar digno de la magestad el restablecimiento de una obra de sus progenitores.

Un hombre que hablaba de amor a una señora que era de otro, ante los hombres.... Ya lo sabía, ; no exigía que Ana se hiciese superior a tantas tradiciones, leyes y costumbres, lugares comunes y rutinas como le condenaban; claro que había en el mundo mujeres, virtuosas como la que más, que ya sabían a qué atenerse respecto de la letra de la ley moral que condenaba aquel amor de Mesía; pero ¿podía él pedir a Ana, educada por fanáticos, que había pasado su juventud en un pueblo como Vetusta, podía pedirla que se dignase siquiera alentar su pasión con una esperanza?

Ya he dicho que esto no es una contestacion directa al autor encubierto del folleto, y debo añadir que si insistiendo en sus doctrinas se dignase presentarse con franqueza y publicidad bajo su verdadero nombre, se le contestará en igual forma, por lo que este artículo se reduce despues de lo indicado, á manifestar lo poco cuerdo y acertado que andubo el tal callado autor en cuanto espresó relativo á Filipinas, cuando el menor dislate que sentó, fue el asegurar que dichas Islas son únicamente un monumento del antiguo esplendor de España, y una carga mas bien que no unas posesiones de utilidad para esta patria.

Y así, prosiguiendo su historia, dice que, así como don Quijote se emboscó en la floresta, encinar o selva junto al gran Toboso, mandó a Sancho volver a la ciudad, y que no volviese a su presencia sin haber primero hablado de su parte a su señora, pidiéndola fuese servida de dejarse ver de su cautivo caballero, y se dignase de echarle su bendición, para que pudiese esperar por ella felicísimos sucesos de todos sus acometimientos y dificultosas empresas.

Encendióse luego en deseos fervorosos de ser uno de los señalados para pasar á Indias, á cuyo fin hizo á Dios Nuestro Señor repetidas súplicas para que se dignase su Divina Majestad de escogerle para propagar su gloria y llevar la luz de la fe á los que viven en las sombras de la gentilidad, ofreciéndose con voluntad pronta á los trabajos y á los peligros de la vida hasta derramar su sangre por la fe.

Estas demostraciones de estima y afecto obligaron á nuestros Padres á que con confianza le manifestasen su designio de convertir á la á los Chiriguanás y á que se dignase interponer su autoridad contra cualquiera que osase oponerse á esta empresa.

París entero correría a postrarse ante aquel exótico zapato y él sería entonces el sumo sacerdote que mostrase la reliquia a la turba de noveleros. Y como si Jacobo leyese en su frente aquel deseo, y desde las alturas de la columna de honor en que el viejo le colocaba se dignase realizarlo, le dijo de pronto: Tío Frasquito..., hazme un favor... ¿Qué?... Guárdate eso... ¡Perrro, hombre!...

Por fortuna, un sinnúmero de enfermedades provenientes de la vida crapulosa del doctor surgieron en su gastado organismo, y murió cuando ya su mujer, si no le odiaba, veíase separada para siempre de él por sus infidelidades y desvíos. La muerte del primo Rafael hizo que don Juan volviera a casa de su hermana y se dignase ocuparse en sus asuntos.

Allí se detuvo Cristeta, y volviéndose, aguardó al galán; éste avanzó rápidamente, al llegar junto a ella se desembozó, y mirándola con ternura, sin desplegar los labios, le tendió las manos. Ella no sacó las suyas del manguito, y bajando los párpados quedó silenciosa, impasible e inmóvil, como deidad que se dignase escuchar a un mortal.