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Siento que se hayan ustedes muerto, señores, porque así no verán cómo vamos a arreglar a las sanguijuelas del pueblo, a los verdugos del pobre obrero... ¡Ah!, usted, el de la golilla que parece un plato, el de la cruz de Calatrava, usted, caballerete, si viviera en estos tiempos de ahora y alcanzara el día de la justicia, no nos miraría con esos ojos... ¡Quia!, se le pondría una escoba en la mano; mi señor cruzado barrería las calles..., y palante».

Se agotaron multitud de remedios que exigían mucho esmero y cierta costumbre: sinapismos, sanguijuelas, fricciones en las sienes con varios líquidos, etcétera. Marta no consintió que ninguna criada pusiera la mano en su madre: todo lo hizo ella sin precipitación, sin ruido, como si en toda su vida no hubiese hecho otra cosa.

Por mucho de notable que tuviera el exterior de este establecimiento, con su puerta verde, sus cortinas blancas, su redoma de sanguijuelas, su cartel de letras rojas, adornado con dos viñetas dignas de Maella, que representaban la una un individuo en el momento de ser afeitado, y la otra una dama á quien sangraban en un pie, mucho más notable era su interior.

¡Qué cuenta tan larga... proseguía la oradora, animándose al ver el mágico y terrible efecto de sus palabras... , qué cuenta tan larga darán a Dios algún día esas sanguijuelas, que nos chupan la sangre toda!

Juanito era listo, hábil, alegre, pillo, hijo de un rico comerciante de Manila y mestizo español por añadidura, ó si se ha de creer á don Timoteo, español de pura sangre; en cambio, Isagani era un indio provinciano que soñaba en sus bosques llenos de sanguijuelas, de familia dudosa, con un tío clérigo que quizás será enemigo del lujo y de bailes, á que ella era muy aficionada.

Decíale don Diego, muy satisfecho de : ¡Así fuese Pablicos aplicado a virtud como es de fiar! ¿Toda esta es la lealtad que me decís vos de él? Tuvímoslos de esta manera, chupándolos como sanguijuelas. Yo apostaré que V. Md. se espanta de la suma de dinero que montaba al cabo del año.

Y ahora que recuerdo añadió con desdén el rapista, no me ha pagado usted las sanguijuelas que llevó para esa señora de la cal é de la Gorguera, hermana del tambor mayor de la Guardia Real. ¿También me llama usted estafador?

De las demás clases del grupo de los anillados, sólo habitan en los mares y ríos filipinos la de los anilidos, cuyos órdenes, tubérculos, dorsifranquios y abranquios, encierran entre otras especies las lombrices de tierra y las sanguijuelas, que abundan en todos los lagos y riachuelos de tan riquísimo Archipiélago. Moluscos.

La divina canción. La muchachita de Jerusalén. Siona entre los bárbaros. Mujercitas. La señora Jardincito. Túnez la Blanca. La famosa comedianta. Trenes de lujo. La Carrera. El cetro. El carro del Estado. Allá lejos. Al revés. En rada. En familia. Las hermanas Vatard. Apuntes parisienses. El demonio de la vida. Humos en el campo. Las sanguijuelas. El viejo calavera. Afrodita.

Sanguijuelas del país y del pobre que trabaja, ¡repuño!... Ellos gastan lo nuestro... Pero ya, ya verán, ¡puño! El mejor día... de aquellas cosas que pasan... El mundo da una vuelta, y palante... Ahora nos toca a nosotros. De consiguiente, venga dinero. Que todo se reparta como es debido. Y el que no trabaje que no coma. Lo mismo pienso yo.