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Estaba este monarca en Deli, y gocé el gusto imponderable de contemplarle facha á facha el dia de la pomposa ceremonia en que recibió la celestial dádiva que le enviaba el cherif de la Meca, y era la escoba con que se habia barrido la santa casa, la caaba, la belh-Alah: escoba que es el símbolo que alimpia todas las suciedades del alma.

¡Arrastrao! dijo la maja cuadrándose y moviendo la cabeza ¿tengo yo cara de cabrona? ¿Te paece que por una cara de escoba como esta voy yo á consentir?... ¡Calla! exclamó el otro ó te ejo sin piernas. Mira, Juan Mortaja, que voy á sacarle los ojos á esta rabuja si ahora mesmo no vienes conmigo. ¿Le parece á usted que á una mujer como yo se la...? Juan Mortaja, cuando igo que vamos á tener que....

El cuarto de que hablo está cubierto de muchas telarañas y embadurnado con una mano de pintura vetustísima; su pavimento es de arena parduzca, de una clase que ya en ninguna parte se usa; y del desaseo general de la habitación bien puede inferirse que es un santuario en que la mujer, con sus instrumentos mágicos, la escoba y el estropajo, muy rara vez entra.

Perdóname, camaroncito, que yo te dejaría ir; pero mi mujer está esperando su cena, y si le digo que encontré el camarón mayor del mundo, y que lo dejé escapar, esta noche yo a lo que suena un palo de escoba cuando se lo rompe su mujer a uno en las costillas. Y ¿por qué se lo has de decir a tu mujer? ¡Ay, camaroncito!: eso me dices porque no sabes quién es Masicas.

Yo no podía creer que estuvieses enamorado, porque siempre has tenido buen gusto.... Porque en resumen, esa mujer no es más que un paquete de trapos.... Si vistes el palo de la escoba como ella, puede muy bien hacer sus veces.... Pero ya ves, Irene lo cree y tienes la obligación de evitarla esos disgustos.

Mas había llegado ya la hora de barrer para fuera, y el taimado Butrón levantaba con disimulo la escoba para sacudir al joven Telémaco el primer escobazo, sin echar de ver que otra escoba más poderosa se levantaba también a su espalda con la idea deliberada de ejecutar con él la misma maniobra.

Una vieja limpiaba las escaleras de piedra de la iglesia con una escoba y cantaba a voz en grito: ¡Adiós los Llanos de Estella. San Benito y Santa Clara, Convento de Recoletos donde yo me paseaba! Ya ve usted dijo el extranjero que, aunque a usted le parezca este pueblo tan desagradable, hay gente que le tiene cariño. ¿Quién? dijo Martín. El que ha inventado esa canción.

Ella estaba lejos... ¡Quién sabe lo que podría ocurrirle como un choque reflejo de este acto impío!... Hizo sus preparativos para acostarse, huyendo la mirada del retrato. Al tenderse en el lecho y quedar en la sombra, sus temores y remordimientos se fueron aligerando, hasta no ser más que tenues nubes que se llevaba el sueño por delante con la escoba del olvido.

Luego se sintió arrastrada violentamente á impulsos de un objeto áspero: abrió los ojos, ya con la cabeza despejada, y vió que era impelida por una escoba.

No lo dejes para última hora, porque... eso no vale. tampoco eres trigo limpio, y el día que hagas sábado en tu conciencia, vas a necesitar mucha agua y jabón, mucha escoba y mucho estropajo...». Con tan buena fe lo dijo, que Fortunata no podía ofenderse.