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¡Vivan las Cortes! gruñó Lombrijón batiendo palmas con el ritmo de la malagueña . Lo que igo es que un ruedo de muchachas bailando, con un par de guitarras y otros tantos mozos güenos y un tonel de lo de Trebujena que güelta a la reonda, me gustan más que las Cortes, donde no hay otra música que la del cencerro que toca el presiente y el romrom de los escursos.

Le igo que ... Pero, en fin, yo la acompañaré á esa calle. No: dígame usted por dónde debo ir. Yo iré sola. ¿Sola? si hay rivolución. ¿Pa que le peguen á usted un tiro y me la ejen frita en mitá la calle?... Yo quiero ir sola dijo ella separándole. La compañía y la solicitud impertinente de aquel hombre le inspiraba mucha desconfianza. Su intento era huir de él y preguntar á otro.

Señó Juan, diga la verdá: ¿quién le da a usté más fatigas, los toros, o toos esos novilleros que salen empujaos por el hambre y quieren quitar los moños a los maestros?... Lo mismo me pasa a . ¡Cuando igo que somos iguales!... En ca pueblo hay un güen mozo que sueña con ser mi hereero y espera pillarme un día durmiendo a la sombra de un árbol y haserme volar la cabesa a boca de jarro. ¡Menúo cartel que se gana el que se cargue al Plumitas!...

Como la Serranía de siempre, vaya, concluyó don Alejandro. Ezo igo yo, confirmó Catana, mirando a Nieves con la cabeza algo gacha. ¿Y también eres de su parecer, hija mía?

Le igo que no lo pasará mal: yo conozco aquí cerca un colmao donde hacen unas magras que.... Diciendo esto, el torero tomó á Clara por un brazo y quiso internarla por la calle del Lobo. Suélteme usted, caballero dijo Clara desasiéndose: tengo que hacer; por Dios, suélteme usted. Pues es lo mesmo que un puerco-espín. ¡Bah! Si es usted muy guapa para ser tan picona.

Seríamos virreyes, archipámpanos, cuarquier cosa grande, al otro lao de los mares. ¿Usté no ha oído hablar de un tal Pizarro, señó Juan?... El señor Juan hizo un gesto indefinible, no queriendo revelar su ignorancia ante este nombre misterioso que oía por vez primera. La señora marquesa que sabe quién es mejor que yo, y me perdonará si igo barbariaes.

Yo me enteré de esa historia cuando era sacristán y me sortaba a leer en los romances viejos que guardaba el cura... Pues Pizarro era un probe como nosotros, que pasó el mar, y con doce o trece gachós tan pelaos como él se metió en una tierra que ni el propio Paraíso... un reino donde está el Potosí: no igo más.

¡Arrastrao! dijo la maja cuadrándose y moviendo la cabeza ¿tengo yo cara de cabrona? ¿Te paece que por una cara de escoba como esta voy yo á consentir?... ¡Calla! exclamó el otro ó te ejo sin piernas. Mira, Juan Mortaja, que voy á sacarle los ojos á esta rabuja si ahora mesmo no vienes conmigo. ¿Le parece á usted que á una mujer como yo se la...? Juan Mortaja, cuando igo que vamos á tener que....