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Es cuestion de patria tambien; seriamos hipócritas si lo negásemos; pero este respeto viene despues, como un hombre está despues de la humanidad, como la narracion de un solo hecho está despues de toda la historia. Tal es el pensamiento con que vamos á tratar esta delicada materia, y declarado así, quedamos tranquilos y con el valor suficiente para decir cuanto nos dicten nuestras convicciones.

Estando en aquella provincia, pasamos por amarguísimas penas á consecuencia de pérdidas de seres queridos ausentes, y seríamos harto ingratos si no recordáramos á Aramburo y á su bella y distinguida señora é hijas; á toda la colonia que forman la casa comercial de los Muñozes, al chispeante al par que misántropo Avila, al decidor Carrascoso, tan olvidado de la política que le llevó á aquellas tierras, como ingrata fué con él, al cáustico José María, al servicial Rufino, al inteligente Pasiano, y á tantos amigos y amigas á quienes mandamos en estas páginas un profundo recuerdo de gratitud.

De modo que todo queda reducido a una simple catarata congénita dijo el patriarca con afán. ¡Oh, no, señor; si fuera eso sólo, seríamos felices! Bastaba decretar la cesantía de ese funcionario que tan mal cumple su obligación.... Le mandan que paso a la luz, y en vez de hacerlo, se congestiona, se altera, se endurece, se vuelve opaco como una pared. Hay algo más, Sr. D. Francisco.

¡Ah! si la abuela quisiera ser razonable, qué felices seríamos... 24 de octubre. Hay personas a quienes la suerte se complace en jugar malas pasadas. Y ese es mi caso... Creía la paz asegurada enteramente entre la abuela y yo y me preparaba a gozar de nuevos días de serena tranquilidad, cuando esta mañana la abuela me dirigió este discurso: Hija mía, puedes hacerme justicia...

Y entonces no habrá quien me tosa... ¡Oh!, si no lo sintiera aquí dentro, yo y seríamos iguales, tan loco el uno como el otro, y entonces que debíamos matarnos. Oíase el run run de las despedidas de doña Silvia y Rufinita en el pasillo. A poco entró la de Jáuregui, y viéndola su sobrino, se volvió al sofá, dejando a su mujer en pie en medio del cuarto.

Si esta economía en el personal del Ejército estuviese justificada por estrecheces del Tesoro filipino que restringiesen también el aumento de personal en otros servicios, no seríamos nosotros ciertamente los que clamásemos pidiendo el racional aumento que reclama el Ejército en aquel Archipiélago si ha de garantir la seguridad del territorio; pero ni aquel Tesoro demanda economías, tan injustificadas como peligrosas pueden ser en momento dado, ni en otros ramos de la Administración se paran en ninguna clase de consideraciones para aumentar el alto personal directivo.

Pues oye, mamá contestó Juanita con el mayor reposo : yo no quiero que nadie reviente; lo mejor es que no lo sepa nadie. ¿Qué quieres decir con eso, muchacha? Lo que quiero decir es que nosotros, , él y yo, seríamos los reventados si hiciésemos tal desatino.

Linilla me perdonaría, seríamos felices, viviríamos dichosos, y veríamos realizadas nuestras más bellas esperanzas. Pensando en estas cosas pasé dos o tres horas, en lucha conmigo mismo.

¡Lo mismo que yo te he dicho tantas veces! exclamó, retozándole la alegría en el semblante . ¿Qué necesidad tenemos nosotros de sufrir lo que aquí estamos sufriendo? Con lo que ya conocemos este trato, ¿cuánto no podríamos ganar estableciéndole en la ciudad? ¡No, Juana, no!... ¡Basta de taberna! Si con ella entráramos en la ciudad, taberneros seríamos hasta el fin de los siglos.

Y yo, María Ana, que la quiero á usted con un amor inextinguible, que se impone á la fealdad y á la vejez, yo, que he conquistado una fortuna y permanezco soltero porque de todas las mujeres que he conocido me separaba la imagen de usted y la seguridad de que algún día seríamos el uno del otro, vengo á ofrecerla á usted mi libertad. Nos casaremos, si usted quiere. Mi mano es ésta...