United States or French Southern Territories ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Es Rufino!... ¡Es Rufino!... dijo Lorenzo y agregó con viva satisfacción: ¡qué bueno! Efectivamente era Rufino, el viejo sirviente de la casa de Lorenzo, que descendió del pescante de un salto y lo saludo como un amigo íntimo, casi como un padre: ¡Cómo está, niño?... ¡Qué buena cara tiene!... ¿Se siente bien?... Perfectamente, Rufino, ¿y por allá?

Muy pronto irá, Rufino, quizás lo lleve yo mismo. ¿Qué, ya están por volverse, don Ricardo?... Viera qué calor en la ciudad... ¡y miren que esto es lindo!... Si es una gloria estar aquí.... El que no anda muy bien, es su papá, don Melchor. ¿Qué es lo que ha tenido?... En las cartas no me decían que estuviese enfermo de cuidado... Parece que lo atacó el hígado... y algo de los riñones también.

Sonó en ese instante la campana de partida; se oyó en toda dirección despedidas en voz alta; la máquina contestó: ¡lista! con su ronco silbato y en seguida resoplaron los cilindros y las bielas iniciaron el movimiento propulsor de las ruedas y el tren, pesado y largo, empezó su suave deslizamiento... ¡Adiós, adiós, Rufino! exclamaron los viajeros asomados a las ventanillas del coche. ¡Adiós!

Habla de la facilidad peligrosa del numen poético en los colombianos; se ocupa de don Diego Pombo, de Gutiérrez, González, de Diego Fallon, de José M. Marroquín, de Ricardo Carrasquilla, de José M. Samper, de Miguel A. Caro, y por último, de Rufino Cuervo. Tal es el contenido de ese capítulo, interesantísimo, sin duda, pero incompleto y demasiado a vuelo de pájaro.

Así D. Andrés Bello, á quien admiramos como filólogo y como autor de Derecho internacional, y cuyos hermosos y elegantes versos nos sabemos de memoria; y así D. Rufino Cuervo, cuyo Diccionario calificamos de trabajo maravilloso.

En lo único que hace mal Melchor, es en querer alternar con esta gente, Rufino. Y otras cosas, niño, que me ha dejado comprender don Baldomero... ¡y cómo lo quiere este hombre!... ¡Como todos! ¿quién no ha de querer a Melchor? repuso Lorenzo. Así es, niño; pero vea, don Baldomero dice que usted puede mucho y que de no que le hable al patrón.

Bueno, déjalo dijo Melchor, en tono de broma, cada loco con su tema... y ya no faltan más que cinco minutos... ¿cargaron todo? Todo, , señor contestó Rufino. Ché, ¿y las boletas? Aquí están, niño. ¡Bueno, andando! dijo Melchor. El grupo se dirigió al sitio que tenían tomado en el tren y que Rufino había arreglado y elegido convenientemente al lado del coche-restaurant.

Melchor, que se había dispuesto a retirarse, al recibir los paquetes y las cartas, se detuvo hasta que Rufino le entregó un pequeño estuche que hizo exclamar a todos: ¡A ver!... ¡A ver!...

El tresillo. Un trance amargo. El volumen. Diego Fallon. Su charla. El verso fácil. Clair de lune. El canto "a la luna". D. José M. Marroquín. Carrasquilla. José M. Samper. Los mosaicos. Miguel A. Caro. Su traducción de Virgilio. El pasado. Rufino Cuervo. Su diccionario. Resumen. He dicho ya que el desenvolvimiento intelectual de la sociedad bogotana es de una superioridad incontestable.

En varias mesas puestas bajo el ombú grande, se había improvisado la cantina, gratis, atendida por Rufino a pedido de Melchor, con la recomendación de dar preferencia al despacho de limonada gaseosa. Terminadas las carreras se organizó el baile designándose bastonero al viejo Montero que aceptó el cargo diciendo: ¡La primera pieza «pal» patrón!...