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¿Laprade? murmuró Francisca reuniendo sus recuerdos. Creo haber leído algo de ese buen señor... ¡Qué aburrido era!... Genoveva y Paulina trataron de hacer callar a Francisca, pero fue inútil felizmente, pues sus palabras se perdieron en el ruido de las despedidas. Espera me dijo Francisca al oído al tiempo de despedirse de la abuela, voy a dejar con la boca abierta a la Roubinet con mi erudición.

La cocinera y doncella habían sido despedidas; no quedaba más que la niñera, a quien Isidora revistió de las más extensas atribuciones. «He pagado mis deudas y tapado la boca al procurador dijo Isidora a su padrino la noche del último día de liquidación . Estoy tranquila. Me queda esto». Dio un gran suspiro mostrando un papel donde había varías monedas y un sucio billete de Banco. «¿Cuánto es?

Mandaba el grueso de los arqueros nuestro amigo Simón y tras él, en primera línea, descollaba Tristán de Horla, un Alcides con capacete, cota de malla, arco, flechas y maza descomunal. Apenas desembocó la columna en la calle del pueblo comenzó un fuego graneado de chanzas, y menudearon las despedidas y los abrazos.

En su estado de espíritu, le habría sido penoso hablar, aunque sólo fuera algunos instantes. Por huir de las despedidas y de las frases triviales, se ocultó en un bosquecillo de plantas, queriendo solamente percibir la forma blanca y ligera que estaba esperando. María Teresa y Diana seguían a distancia al señor y la señora Aubry. Se reían.

Cualquier pasajero que emprenda viaje á Guantánamo, por los preparativos y despedidas que se le hacen, parece que va á un país de donde solo por pura casualidad se regresa. Tales son las muestras de tristeza de los que le acompañan al tren, y los lastimeros "ayes" y "adioses" que se le dirigen.

Al día siguiente, las dueñas y las doncellas del cuarto de la duquesa fueron despedidas por el mayordomo. Pero, ¿por qué se nos despide? dijo una doncella que había sido envuelta sin culpa en el naufragio universal. No lo , señoras mías dijo el mayordomo ; no más, sino que su excelencia acaba de decirme que despida á sus dueñas y á sus doncellas. Y el mayordomo decía la verdad.

Y dešpedidas las compañas, šubió en el monte, apartado,

Fue interrumpido en sus reflexiones por un ruido de voces y risas, que se acercaba. La gente volvía, por grupos, del Casino; las despedidas y los adioses resonaban claros en la calma de la noche, mientras la alegre turba se dirigía hacia las villas diseminadas en la costa. Juan oyó, poco después, abrir la puerta de la verja del jardín.

De estas despedidas volvía don Marcelo á su casa vibrante y con los nervios fatigados, como el que acaba de presenciar un espectáculo de ruda emoción. A pesar de su carácter tenaz, que se resistía siempre á reconocer el propio error, el viejo empezó á sentir vergüenza por sus dudas anteriores. La nación vivía, Francia era un gran pueblo; las apariencias le habían engañado como á otros muchos.

Ya no pueden amedrentar á los lobos carniceros las piedras diestramente despedidas de las hondas, porque las manos de los pastores están derribadas por el suelo.