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Beatriz le dijo, desasiéndose suavemente , todo esto era para tan imprevisto.... que ya ves... he perdido la calma... casi la razón... Deja que me recoja un poco en mismo, te lo ruego... Desconfiarías con fundamento de mi resolución tomada bajo el imperio de emoción semejante... Ven, vuelve a tu gabinete... Vendré a buscarte dentro de un momento y entonces hablaremos seriamente.

¡Viuda! gritó doña Clara, salvando de un salto la distancia que le separaba del bufón y asiéndole con violencia: ¡viuda habéis dicho! , viuda contestó el bufón desasiéndose de doña Clara con un ligero sacudimiento ; pero no quiero atormentaros antes de tiempo; podéis daros por viuda porque os lo roban. ¡Que me le roban! ¡, no volverá! Explicáos, ó por mi alma, llamo...

Le igo que no lo pasará mal: yo conozco aquí cerca un colmao donde hacen unas magras que.... Diciendo esto, el torero tomó á Clara por un brazo y quiso internarla por la calle del Lobo. Suélteme usted, caballero dijo Clara desasiéndose: tengo que hacer; por Dios, suélteme usted. Pues es lo mesmo que un puerco-espín. ¡Bah! Si es usted muy guapa para ser tan picona.

¡Dorotea! ¡Dorotea! dijo una voz cerca de ellos. ¡Otra vez á la escena! exclamó la joven ; ¡oh, malditas sean las comedias y mi suerte!... Esperadme, no os vayáis. Y desasiéndose del brazo de Juan Montiño, atravesó rápidamente el espacio comprendido entre los telones, y salió á la escena. Poco después se oyeron fuera estrepitosos aplausos.

Dos hijas lloraban abrazadas en un rincón: la mayor, más valiente, le acariciaba con la mano los cabellos, o lo entretenía con frases zalameras, mientras le preparaba una bebida; de pronto, desasiéndose bruscamente de las manos de doña Andrea, abrió don Manuel los brazos y los labios como buscando aire; los cerró violentamente alrededor de la cabeza de doña Andrea, a quien besó en la frente con un beso frenético; se irguió como si quisiera levantarse, con los brazos al cielo; cayó sobre el respaldo del asiento, estremeciéndosele el cuerpo horrendamente, como cuando en tormenta furiosa un barco arrebatado sacude la cadena que lo sujeta al muelle; se le llenó de sangre todo el rostro, como si en lo interior del cuerpo se le hubiese roto el vaso que la guarda y distribuye; y blanco, y sonriendo, con la mano casualmente caída sobre el mango de su guitarra, quedó muerto.

Por esta vez y en premio a su cordura, habrá extraordinario. No nos despidamos así... Como en la escena. Bese usted. Y puso su mano al nivel de la boca del joven. Rafael la agarró ávidamente y besó, besó, hasta que Leonora, desasiéndose con un brusco movimiento que demostraba su extraordinario vigor, le amenazó con su mano. ¡Ah, tunante!... ¡Bebé travieso! ¡Qué manera de abusar! ¡Adiós! ¡adiós!

«Aquí, aquí quiero estar siempre, querido vientecillo. Suéltame, déjame caer» dijo la pluma, desasiéndose de los brazos de su amado conductor, para caer dentro del ataúd. Este se cerró, y el vientecillo, que empezaba á dar revoloteos para sacarla con maña, no pudo conseguirlo, y la pluma quedó dentro. ¿Acabarán con esto tus paseos, oh alma humana? Abril de 1872.

Y con histérica delectación clavó sus dientes en un brazo del torero, martirizando su hinchado bíceps. El espada lanzó una blasfemia, a impulsos del dolor, desasiéndose de aquella mujer hermosa y semidesnuda, con la cabeza erizada de serpientes de oro, como una bacante ebria. Doña Sol pareció despertar. ¡Pobrecito! Le han hecho daño. ¡Y he sido yo!... ¡yo, que a veces estoy loca!

Y ya lo sabes, es para toda la vida, porque yo no soy capaz más que de resoluciones extremas. Dicho lo cual, desasiéndose de él y dejándole confuso en medio de la acera, se alejó precipitadamente hasta entrar en el anchuroso portal de la casa donde vivía. Don Juan pasó de largo, miró con disimulo, y después de verla torcer hacia el arranque de la escalera, apretó el paso.

<tb> Iba ya el resplandor del día dibujando líneas de luz por entre los resquicios y rendijas del maderaje del balcón, cuando don Juan, desasiéndose de los brazos de Cristeta, entre melosidades y ternezas, se fue a su cuarto, donde desbarató su propia cama para que los criados ignorasen que no había dormido allí.