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Las sillas numerosas, siendo de notar que no se encontraban dos de una misma clase: era una escala que recorría desde la forrada de vaqueta con respaldo tallado, hasta la moderna de rejilla. En el suelo y arrimados á la pared había varias hileras de frascos de todas formas y tamaños, y esparcidos en curioso desorden yacían no pocos libros forrados en pergamino.

Lo amueblan dos sillones, una mecedora, seis sillas, un velador, una mesa y una consola. Los sillones son de tapicería a grandes ramos de adelfas blancas y rojas sobre fondo gris. La mecedora es de madera curvada. Las sillas son ligeras, frágiles, con el asiento de rejilla, con la armadura negra y pulimentada, con el respaldo en arco trilobulado.

Cuando la cena estuvo pronta, condujo éste a los huéspedes a un salón tan grande como la cocina, pero no tan amueblado. Allí estaba preparada la mesa. Era alta, de tijera, y supongo que tallada, porque lo estaban, hasta con escudos y motes, los dos bancos de respaldo a ella adjuntos.

El presidente, siempre con la campanilla en la mano, inquieto y vigilante cuando hablaba alguien de las oposiciones, descansaba ahora con los ojos entornados y la cabeza en el respaldo del sillón, dormitando con la confianza de un director que no teme desafinaciones.

Nosotros teníamos sobre ellos la ventaja de lo desconocido, que es el genio tutelar de las batallas, de eso que no se ve y que en el momento apurado y crítico sale inopinadamente de lo hondo de un camino, del respaldo de una loma, de la espesura de un bosque; combatiente de última hora que la tierra echa de su seno, y se presenta fresco, sin heridas ni cansancio, a decidir la victoria.

Así permanecieron mucho tiempo: María Teresa, apoyada en el respaldo del banco, con una mano en el rostro y la otra perdida en el manguito; Fernando de pie, intentando infundirla valor con palabras incoherentes. Los dos temblaban de frío sin darse cuenta de ello, estremecidos por el viento glacial que hacía oscilar los focos de luz.

No podría usted dormir excitado por ese ambiente, y ha venido a tentar de nuevo la suerte con la misma esperanza que le guiaba otras veces. Hablaba sin su ironía habitual, quedamente, como si conversase con ella misma. Descansaba con abandono su busto en el respaldo del banco con un brazo cruzado tras la cabeza.

Para esto hubo de adoptar postura violenta, haciendo almohada de sus brazos, cruzados sobre el respaldo, y al dormirse se le quedó colgando la cabeza, de lo que le sobrevino un tremendo tortícolis a la mañana siguiente. Al amanecer de Dios, vencida del cansancio Doña Paca, se quedó dormidita en un sillón. Hablaba en sueños, y su cuerpo se sacudía de rato en rato con estremecimientos nerviosos.

En la tienda de Arnaiz, junto a la reja que da a la calle de San Cristóbal, hay actualmente tres sillas de madera curva de Viena, las cuales sucedieron hace años a un banco sin respaldo forrado de hule negro, y este banco tuvo por antecesor a un arcón o caja vacía. Aquélla era la sede de la inmemorial tertulia de la casa.

El viejo camarada había perdido la corrección habitual de sus cuellos y de su corbata; dos chapas rojas alegraban su semblante. Fernanda se hallaba perezosamente reclinada en el muelle respaldo de raso del cupé; a pesar de sus 38 a 40 años estaba bellísima. Al vernos se incorporó, consultó la hora y bajó ágilmente del carruaje, subiendo a su victoria de un salto.