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Acaeció que una mañana de los últimos días del mes de Agosto salió la condesa con sus hijos á solazarse á la pomarada, donde las espesas copas de los árboles brindaban sombra fresca y deleitable. Reclinada debajo de uno, sobre un almohadón que le trajo Pedro, miraba con semblante risueño corretear á los niños y divertirse con el Canelo.

El coche emprendió la marcha carretera de El Pardo arriba, y los esposos, con la cabeza reclinada en el paño azul de la tendida capota, se espiaban sin mirarse, como abrumados por la situación y sin atreverse uno de los dos a ser el primero en hablar. Ella comenzó. ¡Ah, la maldita!

Romeo despidiéndose de Julieta y bajando por la escala cuando el canto de la alondra se lo ordena cruelmente: Francesca y Paolo leyendo juntos el libro de Galeoto: Fausto y Margarita paseando cogidos del brazo por el jardín: una joven circasiana reclinada sobre cojines de terciopelo, etc., etc. La puerta torna á abrirse y chilla un poco.

Cuando el estado de la infeliz lo permitió, la llevaron, reclinada en una silla, al lado de la ventana, desde donde podía ver el colegio y la entrada del hotel. Trazaba a menudo agradables planes para el porvenir, en un imaginario hogar campestre. Incluso parecía que el pueblo le había caído en gracia; pero es de notar que el porvenir que bosquejaba era tranquilo y apacible.

Lo mismo sucedió cuando principió a hacer comentarios acerca de la fortuna de Salabert, de los gastos del baile, del extraordinario honor que había merecido de los soberanos aquella noche, etc., etc. Pepa reclinada en su rincón, guardaba un silencio feroz que no anunciaba nada bueno. Pero Emilio, sin desanimarse, tocó con habilidad la tecla que responde en todas las mujeres.

Hasta que, mecida por aquella plática suave, insinuante, la cándida niña quedó dulcemente dormida con la cabeza reclinada en el almohadón. Ramoncito Maldonado velaba. Velaba y meditaba en su suerte feliz.

Maravillados de esto, apenas amaneció cuando fueron á reconocer aquel lugar, y hallaron que resplandecía aquella antorcha sobre el cuerpo del Venerable Padre «que estaba en un pantano en una admirable postura, hincada en tierra la rodilla izquierda, extendido el pie derecho en un hoyo del pantano, la cabeza reclinada sobre la mano siniestra, y delante plantada la cruz, como mirándola

La figura es de tamaño natural. Venus esta enteramente desnuda tendida de espaldas en una cama, reclinada la cabeza sobre el brazo derecho, cuya mano tiene oculta entre el cabello: no se le ve la cara: el cuello, los hombros, la masa dorsal, las caderas, las rodillas y las piernas, forman una línea ondulante de esbeltez incomparable.

Nadie podía verles; los pasos resonaban en las aceras, bajo las guirnaldas de las tapias, con un eco de lugar abandonado. El ardor fermentativo de las libaciones á los dioses daba al capitán una nueva audacia. ¡Pobrecita mía!... ¡cabecita loca!... murmuró atrayendo hacia él la cabeza de Freya, reclinada en uno de sus hombros. La besó, sin que opusiese resistencia.

La siento levemente reclinada, muy levemente, como si llevase de mi brazo a un fantasma. Va vestida con un amplio ropón de terciopelo negro, y su cabeza es pálida, como el místico lirio de la luna. Sus ojos son verdes, como pequeños océanos tumultuosos, y tienen verdes ojeras como el licor emponzoñado con que la luna hace cantar a sus ahijados en los trágicos manicomios. ¡Los ojos de la Noche!