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Roseaux, preocupado con sus vanos sistemas, y caminando en ellos con suma preocupacion, ha dexado en el camino caer algunas cosas, que pueden ser útiles. En su Emilio ha impugnado á los Materialistas, cosa que por venir de esta mano puede servir para hacer frente á esta casta de Sectarios.

las gracias á la Comisión por su sinceridad y franqueza, y les dije, que se retiren tranquilos, haciendo presente á los que les habían mandado que no habían sido recibidos por falta de credencial, y que, aunque las hubieran tenido según lo habían visto y oido de otros revolucionarios, D. Emilio Aguinaldo no aceptaría sus proposiciones de autonomía, porque el pueblo filipino tenía la suficiente ilustración para gobernarse por mismo y estaba cansado de ser martirizado por los abusos del poder extrangero, por lo que, no desea más que su Independencia, y así los españoles podían prepararse para defender su Soberanía, porque el ejército filipino les atacaría duramente y con constancia hasta tomar Manila.

Cuando Clementina volvió a su lado le dió cuenta, entre lágrimas y suspiros, de los agravios que su marido le había inferido aquella noche. En primer lugar, Emilio se vistió de húngaro para venir al baile. Irene había observado en cuanto entró, que María Huerta vestía también de húngara. Debían de estar convenidos, lo cual era una afrenta, que más de una persona había notado.

Tendremos ministerio Palanca». ¡Pobre Emilio!... Entré. En el salón estaban votando ya las filas de arriba. Eché un vistazo y salí.

Capitán José E. Bonich de la Puente. " Manuel M. Gómez y Revero. " Francisco Chomat y de la Cantera. " Pablo Moliner y García. " Federico Tabio y Espinosa. " Alfonso González del Real y de la Vega. 1er. Teniente. Lorenzo Hernández y Estrada. " Emilio D. Morán y Chapotin. " Luis Hernández Savio. " Alfredo Sardiñas y Zamora. " Enrique A. Prieto y Romañach. " Ignacio Algarra y Mendivil.

En España tenemos dos ejemplos notabilísimos: uno es el del primero de los oradores contemporáneos, D. Emilio Castelar, el cual se puede decir que trabaja de la salida a la puesta del sol como el último obrero, haciendo sudar a todas las prensas del orbe y atendiendo al propio tiempo a sus tareas políticas: es de la raza de los atletas como Víctor Hugo y Balzac.

Así que, apenas saltó en tierra delante de la puerta, acometida súbito de un vivo e irresistible anhelo, volvió a montar apresuradamente, diciendo al cochero: A casa de mamá. Le abrió el sereno la puerta exterior: la del piso el criado que había estado velando y que aguardaba la salida del señorito para irse a costar. ¿Dónde está mamá? En las habitaciones de adelante con el señorito Emilio.

Algo atisbó, sin embargo, que vino a despertarle la sospecha de que el tal proyecto de tratado secreto no era precisamente con el Gobierno alemán, sino con la repostería de Lhardy, poderosa potencia gastronómica de la Carrera de San Jerónimo: entre los peludos dedos del diplomático asomaba por una esquinita la viñeta de las cuentas del célebre Emilio.

Ignota corre el agua subterrána hasta que, gracias al humano ingenio, bajo el subsuelo surge subitánea: así, glorioso, apareció tu genio. Y fué cuando otra vez tembló la tierra al paso audaz del triunfador Emilio, cuando la mano que rigió la guerra se levantó al poder desde tu exilio.

Lo mismo sucedió cuando principió a hacer comentarios acerca de la fortuna de Salabert, de los gastos del baile, del extraordinario honor que había merecido de los soberanos aquella noche, etc., etc. Pepa reclinada en su rincón, guardaba un silencio feroz que no anunciaba nada bueno. Pero Emilio, sin desanimarse, tocó con habilidad la tecla que responde en todas las mujeres.