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Ignota corre el agua subterrána hasta que, gracias al humano ingenio, bajo el subsuelo surge subitánea: así, glorioso, apareció tu genio. Y fué cuando otra vez tembló la tierra al paso audaz del triunfador Emilio, cuando la mano que rigió la guerra se levantó al poder desde tu exilio.

El territorio dilatado y fertilísimo, la coexistencia en él de todos los climas y de las producciones más varias, la apenas explotada virtud productiva del suelo y del subsuelo, la carencia de vías de comunicación que convenía abrir, los ríos caudalosos de curso dilatadísimo que se podían navegar, y las risueñas y pomposas florestas vírgenes, bellísimas, pero inútiles al hombre, que convidaban a que su codicia y su trabajo las trocase en plantíos y sembrados ubérrimos, todo esto más que indicio era prueba evidente de que, si D. Joaquín consagraba su ingenio, su actividad y el capital ya acumulado a producir objetos provechosos a la generalidad de los seres de su especie, podría hacerse mucho más rico de lo que ya era, mereciendo, en vez de ser aborrecido, que sus conciudadanos le mirasen como a un bienhechor con gratitud y con respeto.

En aquel pedazo de ribera, robando á las aguas parte de su curso y hasta aprovechándose del subsuelo, la iniciativa industrial había escalonado tres grandes estaciones de ferrocarril: la de Portugalete, la de Santander y la de Madrid.

En tales condiciones se encontraba la población de Cuba cuando Martí empezó la obra revolucionaria. Es verdad que, como él decía, en el suelo no se advertían los brotes primeros de la planta, pero él sintió lo que pasaba en el subsuelo, y en el subsuelo estaba ya preparada la semilla; prueba cómo ella fructifera.

Venga ese stock a la industria, y hablaremos. A esta clase de argumentos se añadían, por vía de adorno, aperitivo y complemento, otros de carácter general; v. gr.: lo atrasada que estaba España, a pesar de la riqueza del suelo y el subsuelo; en concepto de Körner, tenían la culpa la Inquisición y los Borbones, y después el mal ejercicio del régimen constitucional, que ya de por no era bueno.

Hablaba siempre del corazón, llevándose la mano, que era un prodigio, al palpitante seno, que era toda una obra de fábrica del nácar más puro. Atribuía al subsuelo de aquella accidentada naturaleza los verdaderos tesoros de su persona; pero los inteligentes, Nepomuceno entre ellos, estimaban en más el derecho de superficie.

La usura le había proporcionado un pequeño capital para su empresa, y luego de batallar algunos años con la rutina de los campesinos, de habituarlos a vivir en paz con las máquinas y de extraer de las profundidades del subsuelo las venas líquidas para esparcirlas en redes de irrigación, cuando la tierra empezaba a responder a estos esfuerzos con sus primeros productos, los acreedores habían caído sobre él, ejecutándolo con glacial ferocidad.

No obstante lo poco explorado que se encuentra el subsuelo de Mindanao, merece el mayor interés la inmensa riqueza mineralógica que, según todos los indicios, encierra en su seno.

Hasta durante la sequía, extiende su vivificante frescura rezumando por las pedregosas y arenosas márgenes, y penetra en el subsuelo donde alimenta las raicillas de las plantas.

Compramos una finca, y al año la subida de los productos triplica su valor; adquirimos un erial, y resulta que el subsuelo es un inmenso almacén de carbón, de hierro, de plomo... ¿Qué quiere decir esto, Marqués?