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No debiera, pues, llamarse Julio Guzmán, sino Pedro Urdemalas. Lo cierto es que en esta academia de El Extraño todos son infelices. ¿Y cómo no ha de serlo el extraño, y cómo no ha de hacer infelices a cuantos le rodean y a cuantos se interesan por él, cuando es víctima de una vanidad ridícula y de las más indigestas doctrinas pesimistas, materialistas y ateístas?

Una señorita recién casada abandonó a su esposo al mes de la boda con asombro de los materialistas como herida por la nostalgia de la devoción y prefiriendo la poesía de la fe a las impurezas del tálamo. El padre se quedó sin hija y el esposo sin mujer. Las Hijas de la Salve eran una institución incontrastable. ¿Qué autoridad civil ni judicial podía oponérseles?

Gustábale oír desarrollar sus sistemas a los materialistas y librepensadores, y su silencio burlón hablaba elocuentemente, mientras observaba a su interlocutor juntando las cejas de tal modo que le ocultaban los ojos casi por completo. Y luego con la mayor tranquilidad, les replicaba: ¡Caramba! señor, ¿sabéis que os admiro? Habéis llegado casi a la perfecta humildad del Evangelio.

Creemos que Ingenieros ha contestado esa inculpación de una manera definitiva: "Nada hay en efecto dice más falso que la pretendida identidad de la superstición con el idealismo, no hay nada más torpe que sugerir al vulgo que todos los moralistas laicos son "materialistas" y carecen de ideales", y luego agrega: "Nada hay moralmente más materialista que las prácticas externas de todos los cultos conocidos y el aforo escrupuloso con que establecen sus tarifas para interceder ante la divinidad; nada más idealista que practicar la virtud y predicar la verdad como hicieron los más de los filósofos que murieron en la hoguera acusados de herejía.

Así las literaturas nacionales, desfloradas en su cuna por innumerables legiones de poetas materialistas que invaden las regiones del mediodia de Europa, la Italia, la Provenza, el Condado de Barcelona, Aragon y Castilla, arrastrando como bagage la artificiosa insipiencia y los afectados suspiros del coro de Helicona, fomentan la general corrupcion de las costumbres.

Sin embargo, es bien que se sepa al propio tiempo que no soy ateo ni participo de las ideas materialistas del siglo en que vivimos, las cuales he combatido en verso varias veces. Soy idealista, y protesto con todas mis fuerzas contra el grosero naturalismo. Además, a un poeta lírico no le sienta mal nunca un poco de religión.

Andando el tiempo se supo que aquél estaba enseñando a leer y escribir a Petra, que después le dio lecciones de Historia, Geografía, Aritmética, Física e Historia natural, que en seguida la hizo leer la Historia de los Papas y la Inquisición y algunos folletos materialistas, y que después de haberla separado convenientemente de toda religión positiva, la hizo su esposa «ante el altar de la propia concienciaPero cuando sucedió esto ya había salido Miguel del colegio.

Como era modestísimo, no esperaba hacer algo que, dado al público, fuese de gran utilidad, y sin embargo escribía una obra extensa de la que no levantaba mano. Era una apología o nueva defensa del Cristianismo contra los ataques de los más flamantes filosóficos panteístas, positivistas y materialistas. El singular y simpático candor del Padre se revelaba en cada frase de este notable escrito.

Esto con alguna mas extension lo he manifestado contra los Materialistas en mi Discurso sobre el Mechânismo. La impresion de los objetos sensibles hace variar las imaginaciones.

La muchacha sentía vergüenza de verse tan observada, y no sabía cómo ponerse, ni qué dengues hacer con los labios al llevarse a ellos la cucharilla con leche merengada. «Eso, eso... por ahí duele dijo el ex-coronel, arrimándose al partido de Maximiliano . ¡El alma!... Estos señores materialistas creen que con variar el nombre a las cosas han vuelto el mundo patas arriba».