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Y allá marchaban todos, afrontando la nostalgia del recuerdo o las necesidades del presente; revueltos, confundidos, igualados por la ilusión común... ¡Buenos Aires! ¡Qué magia poderosa la de este nombre, que hacía correr a los miserables, como ratones hambrientos, para ocultarse en las entrañas de los buques!... Se impacientó Maltrana ante la monotonía del desfile.

Porque esto es especialmente digno de notar: una indefinida melancolía se difunde sobre todos los personajes de BRET HARTE. Esa gente parece, después de tanto roce brutal, y de tanto combate, tener una secreta nostalgia de amores más puros y de ideales más elevados. De esa tosca y en ese cieno brotan como pálidas flores del destierro, figuras encantadoras de hombres, mujeres y niños.

Bajo los rasgos de lápiz azulado con que se agrandaba los ojos brillaba perpetua humedad de lágrimas. ¿Qué habría en su alma? ¿Laxitud de pecadora cansada o nostalgia de castidad atropellada? ¿Marcela? Guapísima, juguetona, sensual, elegante, mimosa y zalamera hasta el punto de aparentar que se entregaba ilusionada; pero... la codicia en persona.

Si una persona conocida se detenía a saludarlas, ellas, a tuertas o a derechas, y muchas veces las tres a un tiempo, se apresuraban a decir que habían salido a pie en vista de la hermosura de la tarde; y seguían mirando con nostalgia y despecho la larga fila de carruajes, experimentando la misma impresión de nuestros bíblicos padres ante las puertas del Paraíso cerradas para siempre.

Entrado ya en los cincuenta de su edad, aunque sano y bueno, y apareciendo en el semblante, en la robustez y gallardía del cuerpo, y en la serenidad y viveza del espíritu mucho más joven, le entró la nostalgia de que padecen casi todos los bermejinos, y tomó la irrevocable resolución de retirarse á Villabermeja para acabar allí tranquilamente su vida.

Los de fuera, encerrados en jaulas y enormes pajareras construídas al efecto, exigían algunos servidores para procurarles la adecuada alimentación y hacerles la limpieza. Después, la nostalgia causaba en ellos grandes claros, que se llenaban encargando a París y Londres nuevas y costosas remesas. Lo mismo pasaba con los vegetales.

Y lo dijo tristemente, recordando con nostalgia los tiempos de paz, cuando sufría la preocupación de los negocios mediocres... pero vivía su hijo. ¿De qué iba á servirle esta riqueza que le asaltaba por todos lados como si pretendiese aplastarle con su peso?... Su esposa podría derramar el dinero á manos llenas en obras de caridad; podría dotar á sus sobrinas como si fuesen hijas de un prócer... ¡y nada más!

Me dejarás cuando quieras; tal vez te deje yo antes... Te deseo desde hace unos días: debes desearme como los otros... Vivamos el momento presente como personas que conocen el secreto de la existencia y saben lo que ésta puede darnos... Luego, si nos cansamos el uno del otro, ¡adiós! sin rencor y sin nostalgia. Al recordar el príncipe de tarde en tarde esta escena, sentía cierta molestia.

Pensaba con nostalgia en las plácidas veladas de «los enemigos de la mujer», cuando Spadoni se sentaba al piano ó hacía cálculos infinitos, siempre doblando; cuando Novoa exponía sus paradojas científicas y Castro relataba las aventuras de su abuelo el «Don Quijote rojo»... ¿Dónde estarían ahora estos compañeros de soñolienta felicidad? Atilio le interesaba especialmente.

Pero Paca era hija de una tabernera, se había criado entre el ruido y la alegría, y por más que la altivez de su temperamento aristocrático la había preservado de los hábitos y las palabras groseras, sus ojos y sus oídos se habían acostumbrado á la algazara de estos sitios. Si por cualquier causa pasaba algunos días sin ir á la reunión, sentía la nostalgia de ella, se ponía de mal humor.