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Hablando de cosas superficiales, no le faltaba cierta charla vivaz, semejante al trinar del jilguero; pero apenas se tocaban asuntos serios, creíase obligada, por su papel de niña elegante y casadera, a encogerse de hombros, hacer cuatro dengues y mudar de conversación.

La muchedumbre se derramaba por los alrededores de la capilla en pintoresca y agradable confusión. Los vivos colores de los pañuelos y delantales resaltaban prodigiosamente sobre el terciopelo negro de los dengues y faldas de estameña, lo mismo que las chaquetas verdes y amarillas de los hombres lucían sobre los calzones negros de pana.

Dime, prenda, ¿irás esta tarde a la corrida? ¿Acaso estoy capaz de ir? respondió María . Cierra esa ventana, Pepe. No puedo soportar esa luz tan viva ni ese aire tan frío. Al decir estas palabras, se levantó él, y abrió de par en par la ventana. Y yo dijo Pepe no puedo soportar tus dengues. Lo que tienes es poco mal y bien quejado. ¡Adiós, no parece sino que vas a echar el alma!

La muchacha sentía vergüenza de verse tan observada, y no sabía cómo ponerse, ni qué dengues hacer con los labios al llevarse a ellos la cucharilla con leche merengada. «Eso, eso... por ahí duele dijo el ex-coronel, arrimándose al partido de Maximiliano . ¡El alma!... Estos señores materialistas creen que con variar el nombre a las cosas han vuelto el mundo patas arriba».

Pues qué, ¿todo ha de ser lloriqueos, blanduras, dengues, melosidades y tonterías? ¿Se escribe para doncellas de labor y viejas verdes, ó para hombres formales y gentes de sentido comúnQuien así hablaba era la tercera eminencia que componía el jurado, y me parece llegada la ocasión de describirlo. D. Marcos había sido novelista.

Despachaba detrás del mostrador con más humos que un ministro en su poltrona, recibiendo a sus parroquianos con un hocico y unos dengues como una señorona de horca y cuchillo.

No queremos decir por esto que sea el amor propio defecto exclusivo de los que por su talento se distinguen: generalmente se puede asegurar que no hay nada más temible en la sociedad que el trato de las personas que se sienten con alguna superioridad sobre sus semejantes. ¿Hay cosa más insoportable que la conversación y los dengues de la hermosa que lo es a sabiendas?

Pero, don Custodio, dijo doña Victorina haciendo dengues y monadas; si todos se dedican á criar patos van á abundar los huevos balot. ¡Uy, qué asco! ¡Que se ciegue antes la barra! Allá abajo pasaban otras escenas.

A pesar de que allí se me trataba con mimo, confieso que me cargaba a más no poder la tal Doña Flora, y que a sus almibaradas finezas prefería los rudos pescozones de mi iracunda Doña Francisca. Era natural: su intempestivo cariño, sus dengues, la insistencia con que solicitaba mi compañía, diciendo que le encantaba mi conversación y persona, me impedían seguir a mi amo en sus visitas a bordo.

Una señorona de tantos dengues y de tantos pelendengues no ha de tener la sinvergüencería de enseñar el cuerpo del delito al Jurado ni a los oidores. Al oír los sabios consejos de su mamá, Juanita mitigó su cólera, y a pesar del dolor que tenía no pudo menos de reírse, figurándose a doña Inés, con toda su majestad y entono, azotada e inulta.