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Ahora que el uno se ha ido a soñar despierto y el otro a velar dormido, vámonos y yo a cenar con la gente alegre, que aguardándonos está. No, Pepe. No me siento buena. El sofocón que he tomado, el frío que hacía al salir del teatro, me han cortado el cuerpo. Tengo escalofríos. Tus dengues de princesa dijo Pepe Vera . Vente conmigo.

Veíanse sayas rojas o verdes como los pimientos, color de almagre como las calabazas, moradas como las berenjenas, capas y coletos pardos como la piel de los tubérculos, negras ropas de ancianos que iban tomando la torcida color de las alubias, vistosos dengues y pañolones donde parecía haberse reventado toda la hortaliza.

Si algunos caballeros respetables se aproximaban a los grupos de damas para conversar con ellas, hasta las más viejas, que parecían ajenas a las vanidades mundanales, los repelían con dengues juveniles. ¡Ay, no se acerquen ustedes! Estamos horribles. Con este maldito mar está una impresentable. Todas tenemos algo verde en la cara.

Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho: Y la que esto decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de hierro, seguía con la vista al grupo de las damas. Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y mohínes, un diálogo muy vivo. ¿No entráis? No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar tiempo a que llegue ese.