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Pero restablecido el sistema constitucional, el viejo Bozmediano volvió á España y ocupó uno de los más elevados puestos en la política. Bozmediano, padre, era liberal de corazón. Trataba al Rey, y es seguro que hizo todo cuanto cabe en fuerza humana para dirigir por camino recto la torcida voluntad de aquel soberano falaz y perverso. Era rico, y jamás le movió el interés en asuntos políticos.

Furiosa, como ella sólo sabía ponerse cuando le picaba la rabia, había salido de la Sociedad con la gorra toda torcida, bramando como una leona, con la pollera arremangada, y a pie, con paso corto y rápido, había llegado a su casa sin interrumpir la serie de colosales blasfemias con que se había despedido de sus odiadas compañeras.

Hacía la propaganda de los matrimonios leales y bien acordados, de las familias pacíficas; llevaba por todas partes el pabellón de las reconciliaciones y de la paz; perseguía sin tregua las irregularidades, los odios domésticos, los amancebamientos, los desórdenes, y su mayor gloria era encarrilar un marido extraviado, enderezar una esposa torcida, atraer un hijo pródigo, ablandar a un padre cruel.

Impetuosos, precipitados, no haciendo caso de las reflexiones de cuantos los oyen, sin mas guia que su torcida razon, llevados por su prurito de discurrir y hablar, arrastrados, por decirlo así, en la turbia corriente de sus propias ideas y palabras, se olvidan completamente del punto de partida, no advirtiendo que todo cuanto edifican es puramente fantástico, por carecer de cimiento.

El perpetuo estado de guerra y los vicios nefandos destruían la población é impedían su aumento. En Méjico, que era el imperio más civilizado, no habían descubierto aún que con un líquido combustible y con una torcida se podían alumbrar de noche, y la pasaban á oscuras por falta de candiles.

Jamás harás conocer a un bizco su propio estrabismo, si no le pones delante un espejo fiel que le retrate su torcida vista; porque el ojo de la cara que sirve para ver y conocer a los demás no puede, sin un milagro que equivalga a esta gracia que disfrutas, verse y conocerse a mismo.

A la vista salta que la naturaleza y la realidad no son en el sistema de Zola y sus discípulos más que un par de testaferros, tras de los cuales se oculta un romanticismo enfermizo, caduco y de mala ley, donde, por sibaritismo de estilo, se rehuye la expresión natural, que suele ser noble, y se persigue con pésima delectación y artificio visible la expresión más violenta y torcida, por imaginar los autores que tiene más color. ¡Y cuánto suelen engañarse!

Yo... ¡eh! ¡de qué he de ser yo capaz!... abriría yo de buena gana, que bien lo merece, el alma torcida del conde, puerta bastante para que se escapase del cuerpo, si no hubiera de perderte... ¡Ah! ... ... yo estoy loca... tan desesperada estoy, que si fueras otro hombre, no á dónde me llevaría mi locura; pero si fueras capaz de una infamia... yo no te amaría...

Vivió la beata mucho tiempo de ésta tan torcida manera y sin apartarse del mal camino, siendo muy frecuente en ella las visiones y los transportes, los cuales le acometían con frecuencia, causando la mayor admiración en cuantos la rodeaban y que quedaban suspensos de verla revolverse por los suelos, dar grandes gritos, agitarse toda y sufrir las mayores crueldades.

Salían a relucir en su tertulia todos los devaneos de la dama, corregidos y aumentados por los parásitos; se contaban anécdotas que harían ruborizar a un guardia civil; se atacaban hasta sus prendas corporales, diciendo que los dientes eran postizos, que tenía una cadera torcida y otras calumnias por el estilo.