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Difícil era borrar la grata impresión y el éxito del perfume. La ferretera, algo corrida, tenía que guardar los trebejos, después de oír comentarios verdaderamente injustos. La de la droguería hacía muchos ascos, diciendo: «¡Uy, cómo apesta eso, hija, guarda, guarda esas ordinarieces!».

¡Pero si esto es muy divertido! decía Currita con infantil alborozo . ¡Qué delicia!... Mire usted, Butrón; mire usted qué graciosos van todos con sus cintitas encarnadas... ¡Uy, aquel jorobadito!... ¡Qué mono!... ¡Ah, pícaro!... ¡lleva una bandera en que pide reforma!... ¡Pues claro está que la necesita!... ¡pobrecito!, ¡sobre todo por la espalda!...

Chica, murmuró al oido de su vecina la que llamó fantoche á don Timoteo, ¿has visto qué falda? ¡Uy! ¡las cortinas del Palacio! ¡Calla! ¡y es verdad! Pues se llevan todo. ¡Verás como se hace un abrigo con las alfombras! ¡Eso no prueba más sino que tiene ingenio y gusto! observó el marido, reprendiendo á su esposa con una mirada; ¡las mujeres deben ser económicas!

Si no me reía por eso, tío... Ya , ya ... Vamos a ver; trae esa mano... A ver si apretar o no apretar... Gonzalo se la alargó, y el viejo marino se la apretó con todas sus fuerzas, el semblante rojo y contraído. Aunque no le lastimó gran cosa, fingió sentir un dolor agudísimo: ¡Uy, uy! ¿Eh, qué tal? exclamó su tío con aire triunfal. ¿Puedo o no puedo todavía librar al mundo de un pillo?

La cabeza y la mano habían desaparecido como un relámpago. El joven, recogiendo la flor con no poca sorpresa, preguntó: ¿Quién está ahí con vosotros? Los niños respondieron á coro: Es Carmen, es Carmen. ¡Uy! ¡uy! ¡uy! Los chicos lanzaron gritos de dolor. Al parecer, su hermana, poco satisfecha de la sinceridad del coro, les estaba repartiendo sendos pellizcos en las piernas.

De manera que todavía te tragas diez, porque no te he pillado más que tres veces... ¡Uy! si te pillo en todas... Y ¿cuántas son tres por cinco? Quince... Quince, ¡parejo camaron con cangrejo! concluyó el catedrático cerrando la lista; si te descuidas una más, ¡sulung! ¡apuera de la fuerta! ¡Ah! y ahora una faltita de leccion diaria. Y abrió de nuevo la lista, y buscó el nombre y puso la rayita.

Pero, don Custodio, dijo doña Victorina haciendo dengues y monadas; si todos se dedican á criar patos van á abundar los huevos balot. ¡Uy, qué asco! ¡Que se ciegue antes la barra! Allá abajo pasaban otras escenas.

¡Mira!... ¡Mira!... Lilí abrió mucho los ojos admirada, apretó los labios y echó atrás las manitas; su crítica fue la crítica de las grandes admiraciones, la crítica monosílaba. ¡Uy! dijo. ¡Cinco!... ¡Son cinco y dos excelencias!... ¿Me darás uno, Paquito? ¡Tonta!... Eso no se da... Se pone en un marco... Pepito Vargas dice que su mamá se los pone en un marco...

Conque lo mejor es que se vaya usted ahora, y vuelva más tarde. Le vamos a llenar de polvo y basura. No, hija, yo no me voy de aquí. ¡Uy!... Cómo huele usted a colonia. Ese olor que me gusta... Pero le vamos a poner perdido. Mire que ahora empezaremos con la sala. No me importa replicó el buen señor con sonrisa inefable . ¿Me empolva?, mejor. Yo me sacudiré.

Paquito salió el primero: tenía el aire de un chico que ha sentido en una pesadilla un peso enorme, que no ve, ni palpa, ni comprende, pero que le oprime y le anonada y le deja el pecho jadeante. Lilí salió después y se le quedó mirando; los dos se acercaron al retrato. ¡Uy! dijo Lilí desolada ¡Lo que le han puesto!...