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La más triste cosa del mundo era para la madre aquel pavo con patas de alambre clavadas en tablilla de barro, y que en sus frecuentes cambios de postura había perdido el pico y el moco. Aquélla estaba traspasada de dolor; en éste, el dolor se agravaba con un remordimiento agudísimo.

Como si el joven no hubiera comprendido al principio, o le pareciera haber comprendido mal, miraba a su interlocutor con ojos despavoridos, y en toda su actitud, en sus labios entreabiertos, en su respiración breve y precipitada, en el tembloroso ademán con que alzaba el brazo y se oprimía el pecho con la mano, se veía como si de repente hubiera sentido el corazón atravesado por un dolor agudísimo.

Saltó repentinamente hacia atrás llevándose las dos manos á un hombro. Experimentaba un dolor agudísimo, como si uno de sus huesos acabase de quebrarse. Ella le había repelido con una certera presión de la hábil esgrima japonesa, que emplea las manos como armas irresistibles. ¡Ah... tal! rugió lanzando el peor de los insultos femeninos.

No tengais cuidado, mis queridos lectores. Mi curiosidad, mi impaciencia por esa pobre desconocida, es una impaciencia afectuosa y cristiana. Mi mujer leyó un rato, y se acostó. Yo escribo hasta las tres de la mañana, aunque no quiero terminar, con perdon de mis párpados que se cierran, sin dar cuenta al lector de un chiste agudísimo que en el figon, á uno de los menestrales que allí comian.

Ella iba dispuesta a gozar mucho; pero no era del público precisamente de quien esperaba estas emociones fuertes, a que se preparaba; su propósito iba a dar al escenario, y estaba complicado con los asuntos domésticos; pero a estos complejos y estrambóticos atractivos se agregaba de repente un agudísimo placer, con que Emma no contaba, y que le reveló un mundo nuevo de delicias intensas, en que no se le había ocurrido pensar, pero que vio bien claro, sintió con fuerza, desde el momento en que al penetrar ella en su palco, y dejar el abrigo al tío, y dar una vuelta en redondo antes de sentarse, notó fijas en su persona las miradas, y en los palcos cercanos oyó el murmullo del comentario, y en el aire, puede decirse, cogió el efecto general de su presencia.

Perla, sin hacer caso de las tentativas de su madre para aquietarla, dió un grito agudísimo, y guardó entonces silencio; no debido á un sentimiento de obediencia, sino á la viva y móvil curiosidad de su naturaleza que hizo que todo su interés se concentrara en la aparición de estos nuevos personajes. LA NI

Reyes aquella tarde velaba el sueño de Serafina, que yacía allí cerca, en la alcoba, víctima de un agudísimo dolor de muelas que, al aplacarse a ratos, la dejaba sumirse en tranquilo sopor, aunque algo febril, no desagradable. Reyes velaba.

La prójima le clavó sus dedos en los brazos, y Jacinta la miró aterrada, como quien está delante de una fiera... Entonces vio una sonrisa de brutal ironía en los labios de la desconocida, y oyó una voz asesina que le dijo claramente: «Soy Fortunata». Jacinta se quedó sin habla... después lanzó un ¡ay! agudísimo, como la persona que recibe la picada de una víbora.

Su instrucción y su ingenio agudísimo le hacían descollar sobre todos los demás mozos de la partida, y aunque a primera vista tenía cierta semejanza con Joaquinito Pez, tratándoles se echaban de ver entre ambos profundas diferencias, pues el chico de Pez, por su ligereza de carácter y la garrulería de su entendimiento, era un verdadero botarate.

Descubierto ya el enigma hasta dicho punto, faltaba saber el nombre del marido y dónde vivía; pero esto era muy fácil. Antes de proceder a las convenientes investigaciones, ya que el nombre de una persona y el número y calle de una casa no pueden adivinarse por mero discurso, aunque se tenga un entendimiento agudísimo, el Conde, aficionado a ejercitar el suyo, pensó también lo que sigue.