United States or Fiji ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aplazaba, pues, su contestación para cuando ambos adquiriesen mejor ese conocimiento y ella tuviera esa seguridad... Pero con su mirada húmeda, agregaba bien claro: «Esto es pour la galerie... Ten un poco de paciencia, Vázquez, que no te haré esperar mucho. ¡De mi afecto, bien segura estoy

Al abatimiento que de ordinario se revelaba en su rostro afilado, se agregaba una contracción y un azoramiento, indicios de gran tirantez nerviosa. Tenía a la niña en brazos, y al ver llegar a Julián le hizo rápidamente seña de que ni chistase ni se menease, que el angelito andaba en tratos de aletargarse al calor del seno maternal.

Habiendo desaparecido entonces toda sombra de peligro, el espectáculo de aquel combate fué puramente ridículo, y supongo que este cruel pensamiento agregaba á los esfuerzos del señor de Bevallan una torpe precipitación que le hacía retardar su triunfo.

Era de esas personas que algunos llaman oscuras, por enemigas del ruido y del brillo; altiva al mismo tiempo que bondadosa; caprichosa y sencilla; burlona y reservada. A este carácter picante se agregaba el exterior más seductor y más lindo.

Elena llevaba uno de sus trajes descotados, á los que agregaba ó quitaba adornos para que diesen diariamente una impresión de novedad. El ingeniero francés y Torrebianca iban puestos de smoking y Pirovani seguía ostentando su majestuoso frac... Pero ya no era el único en lucir esta prenda.

En un paréntesis agregaba el señor alcalde, que mi tía era uno de los palmitos más codiciados de la piadosa y próspera Pluviosilla.

En otra estacion, al notar que renovaban el agua en las calderas de la locomotiva, un paisano mazorral observó: Diantre! hasta la máquina bebe, miéntras que yo estoy á seco! Ella bebe á la salud de la compañía, dijo un chusco, aludiendo á los viajeros del tren. Y cada cual agregaba una tosca chanzoneta ó un retruécano del mas rústico ingenio.

, pero lo inventé en familia, agregaba Coca, para nosotras y no para que estos indiscretos de los periódicos la creyeran y repitieran... ¡Sólo Vázquez puede haberla contado!... ¡Francamente, yo lo creía más discreto!... ¡Ya me las pagará! Deja tranquilo a Vázquez, que él no tiene la culpa.

La señora Hellinger desconfiaba de él, le decía en su cara que siempre había maquinado intrigas con la muerta, y a sus espaldas agregaba que, si no hubiera prescripto soluciones de morfina de una violencia inconsiderada, la pobre Olga habría vivido en paz mucho tiempo todavía. Poco faltaba para que echara sobre el viejo amigo de la casa la responsabilidad de la muerte de su sobrina.

A esa zozobra, que llevaba todos los días al anciano a casa de los Hellinger, se agregaba la inquietud creciente que le inspiraba Roberto quien, desde ese día de espanto, había caído en un abatimiento profundo y desesperante.