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Adriana ignoraba que aquella su madre, tan aprensiva, tan apocada, tan sin alma, no era sino una sombra de la antigua mujer. Ese día, a la hora de la siesta, se llegó paso a paso por la avenida de eucaliptos, húmeda y cubierta de hojas secas, a sentarse en el palo transversal de la tranquera.

Por otro lado, la sólida casa del pescador, y aun del hombre de la clase media, suele ser baja y húmeda, incómoda, inconveniente para ciertas disposiciones. Muchas veces no sólo carece de doble y grueso techo, sino que tiene un sencillo envigado por donde penetra y sube á las habitaciones superiores el aire frío de los bajos.

El dolor de mi hombro se hacía a cada momento más incómodo y mortificante. El desconocido me había herido con un cuchillo, y la sangre brotaba, porque la sentía, húmeda y pegajosa, caer sobre mi mano. Volví a gritar: ¡Policía, policía! hasta que, por fin, una voz que me respondió en medio de la neblina y me encaminé en su dirección.

Esta habitación obscura y húmeda exhalaba un vaho de alcohol, un perfume de mosto, que embriagaba el olfato y turbaba la vista, haciendo pensar que la tierra entera iba á quedar cubierta por una inundación de vino.

La analogía de este cuadro con el de las personas linfáticas ó de una constitucion sanguínea alterada por una vida penosa, un mal régimen y una habitacion fria y húmeda indican claramente el uso de estas sales en tales personas.

Anteriormente se decía que los sombreros de Panamá se tejían debajo del agua, lo cual no es enteramente exacto, por más que es necesario conservar la paja completamente húmeda mientras permanece en las manos del tejedor.

Mi querido amigo, dijo Marenval mientras subía la húmeda y mal oliente escalera, esa mujer nos ha tomado por un galán joven y un barba que buscan contrata, y hasta nos ha expresado su desdén con frases poco correctas... Tiene usted que acorazarse contra todas estas impresiones, Marenval. Nos veremos en muchos casos semejantes. No me quejo, amigo mío; lo hago constar.

Experimentaba el asombro del ebrio que recobra la razón entre los objetos rotos por su feroz inconsciencia. Recordó las palabras de Castro y del médico; ¿cómo no había visto él que este duelo era un disparate? El arrepentimiento cosquilleó en sus ojos con una sensación húmeda; pero ya era tarde. Debía continuar, aunque le faltase la serenidad.

Lo cual también hacen por causa de las humedades porque mejor puede el sol bañar todas las calles y casas, que á no edificarse en esta forma, forzosamente fuera Sevilla de invierno más húmeda y fría y de verano más calurosa.

Cuando quería marcharse, besos prietos y tercos, en que la húmeda tersura de los labios palpitaba con deliciosa laxitud, queriendo sorberle el alma. Nada de grosería ni lujuria. Estos besos eran el maravilloso límite que separa lo físico de lo inmaterial. Las bocas se unían como si tuvieran vida propia, e independiente del resto del cuerpo.