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De cualquier modo, desde aquel incidente, que hubiese o no recibido la famosa cachetada, el señor Hermany había sido invitado a considerarse como viudo. No lo sintió mucho, porque su mujer, en quien no podía desconocer la más humillante superioridad, le inspiraba tanto temor, que muchas veces se embriagaba para darse valor al presentarse delante de ella.

Las lágrimas resbalaban por su rostro como un licor exquisito que bañaba sus labios de dulzura, y desde los labios corría por lo interior de su cuerpo y penetraba en los huesos como unción suavísima, como un gran olor. Este licor la embriagaba y la fortalecía a la vez, y no se cansaba de beberlo.

Es decir, que se suicidó dijo Sofía . Era una mujer de mala vida y peores ideas, según he oído contar. Carlos no estaba aquí todavía; pero nos han dicho que se embriagaba como un fogonero. Y yo me pregunto: ¿Esos seres tan envilecidos que terminan una vida de crímenes con el mayor de todos, que es el suicidio, merecen la compasión del género humano?

A los diez y nueve años, las malas compañías dieron ya carácter grave a sus diabluras; desaparecía de la casa por dos o tres días, se embriagaba, se quedó en los huesos. Uno de los principales cuidados de las dos madres era esconder en las entrañas de la tierra la poca moneda que tenían, porque con él no había dinero seguro.

Yo fuí también a , cuando soñaba mi deseo con curvas morbideces y mi joven pupila dilataba la visión de tus blancas desnudeces. En tu boca he bebido hasta las heces, el néctar que tu labio me brindaba, y de amor, en tus brazos, me embriagaba, en un ansia infinita de embriagueces. Bendita , entre todas las mujeres, porque colmas el ansia de placeres y el ansia de placer aguijoneas.

Pero en Jerez, el rico estaba sobre el pobre a todas horas, para hacerle sentir su influencia. Era un centauro rudo, orgulloso de su fuerza, que buscaba el combate, se embriagaba en él y gozaba desafiando la cólera del hambriento, para domeñarle como a los potros salvajes en el herradero. El rico de aquí es más gañán que el trabajador decía Salvatierra.

Una sensación que ya no conocía desde hacía años, una dulce sensación de calor, como la que se experimenta en el hogar paterno, penetraba y embriagaba mis sentidos. No osaba alzar los ojos, de miedo de que se disipara. La mano reposaba siempre en mi cabeza como una bendición del Cielo.

El recuerdo de aquellos momentos de gran ansiedad lo hizo ponerse en pie: se volvió en dirección al lago, echó a andar, extendiendo el brazo como en busca de un sostén, cual si estuviera ebrio. La dulzura del recuerdo lo embriagaba, , lo substraía a la tristeza presente. Pero la ensangrentada imagen reapareció y el corazón se le oprimió de nuevo.

Contábase en Sevilla que el conde se embriagaba a menudo, y en las juergas que corría con sus amigotes, casi toda gente soez, hacía cosas indignas de su nombre. Una noche había desnudado a las mujerzuelas que le acompañaban y las había zambullido en el río; otra vez había hecho violencia a una criada del establecimiento donde cenaba en presencia y ayudado de sus amigos.

En la oscura noche invernal, caminando con paso atentado para salvar los charcos que dejó la lluvia de la tarde, parecíale a Amparo ir a cometer un delito, y, herida, sintiendo el dolor de su agravio, este pensamiento la embriagaba.