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Venga esa carta de mi padre dijo doña Luz con visible emoción. Don Acisclo entregó la carta. Ella rompió el sello, la sacó del sobre, y sin decir una palabra más se puso a leer. No iría mediada aún la lectura, cuando doña Luz, que comenzó a leer sentada, se puso de pie manifestando intranquilidad. Don Acisclo, que lo observaba todo, receló algo malo al ver aquello, y dijo para : «¡Diantre!

Y lo mira: el hombre, todo aturdido, duda si es un conocimiento antiguo... y tartamudea..... Fingiendo entonces la mayor sorpresa. ¡Ah! usted perdone dice retirándose el calavera: creí que era usted un amigo mío... No hay de qué. Usted perdone. ¡Qué diantre! No he visto cosa más parecida.

LEONIE. Afortunadamente, di con la señora Boel, que se portó muy bien conmigo. A esta casa vienen solamente personas distinguidas, que no tienen maneras brutales y que pagan convenientemente. ¡Qué diantre...! ¡Son como parroquianos...! La casa está habitada por familias burguesas. Ninguno de los inquilinos sospecha que haya aquí una casa de citas.

Una hoja de papel amarillento asomaba por entre las dos cubiertas, como si el cartapacio le sacase la lengua. Sacólo del armario y lo abrió: era el famoso proyecto de la Escuela de Artes y Oficios. ¡Qué diantre! exclamó; pero si se han encargado de ella los Padres Agustinos... De repente se dió una palmada en la frente, arqueó las cejas, una espresion de triunfo se pintó en su semblante.

De pronto volví la vista hácia un extremo del salon: el Inglés, el interminable Inglés estaba allí, en otro rincon, almorzando!... Me vió, me hizo un saludo, como diciendo: "¡Diantre! U. por aquí otra vez!" y ámbos soltamos una ruidosa carcajada que causó extrañeza á los que no estaban en el secreto. Tales fueron mis relaciones con aquel honorable insular, inseparable compañero.

El joven echó sobre su correo una mirada distraída, pero habiendo notado entre las cartas y los diarios un amplio sobre sellado con lacre blanco, hizo un gesto de inquietud. ¡Una carta de María Teresa! murmuró sorprendido. ¿Qué me escribirá? ¿Estará inquieta por mi ausencia? ¡diantre! esto no concuerda con mi proyecto de concluir.

Diantre! si se hace esperar! Si así se portara el Recaudador!... Que nos sirvan refrescos miéntras viene! gritaba otro mas atolondrado. Y si no viene? Será mas largo el refresco. ; comeremos mas! El emperador pagará todo! Viva el emperador! Mas adelante, al ver que llegaba nuestro tren, un paisano poco erudito en geografía y otras cosas, gritó con todos sus pulmones: Bravo! viva el emperador!

Dos kilos y medio, señora. Sotero Rico me lo dio de lo superior. ¿Y postres, bebidas?... Hasta Champaña de la Viuda. Son el diantre los curas, y de nada se privan... Pero vámonos adentro, que es muy tarde, y estará la señora desfallecida. Lo estaba; pero... no : parece que me he comido todo eso de que has hablado... En fin, dame de almorzar.

Esto es, Lituca, poner el dedo sobre la llaga, ni más ni menos, y llamar las cosas por sus nombres, por más que usted aparente creer lo contrario para escurrir el bulto... y dispénseme la llaneza. Pero si no ha llegado ese caso, trapacerón del diantre, ¿cómo quier que yo le responda? En el supuesto de que haya llegado hice a usted la pregunta.

Hallé afuera al galante Tarlein, muy entretenido con la condesa Elga, sin cuidarse de los lacayos que le observaban. ¡Qué diantre! dijo. No todo ha de ser conspirar y el amor reclama también sus derechos. Lo mismo digo contesté; y Tarlein me siguió respetuosamente.